lunes, 30 de abril de 2012

Mi sombra

En mi sombra dejé los miedos que alguna vez sentí en el ayer. El mañana lo compro con el entusiasmo del presente y me burlo del pasado llevando el futuro conmigo.  Y las ganas contagiadas de las horas se adhieren lentamente a mí y a cada rincón de mi cuerpo. Por un instante dejo de lado las incógnitas del amor y las consecuencias del sufrimiento, pues hoy quiero dar un paseo en mi interior y despojar hoja a hoja las ideas que vuelan por los pasillos más desconocidos de la mente.
La tarde suele verme reposar y dormir mientras canto, me entrega el deseo de escribir cada uno de mis pensamientos. Aunque trato de refugiar mi sombra del sol, sus rayos hacen visibles recuerdos pasados que dejé en el olvido. Sonrisas muertas se liberan en el aire y escritos en mi pecho reflejan instantes de fría soledad. A mi sombra le pregunto en silencio: ¿De qué vale llorar? Si a través de la historia las lágrimas han sido invisibles a los ojos de la vida. 
Quisiera encontrar la respuesta al cambio brusco de la sonrisa, pues todo tiene un orden y mantenerla intacta debe ser nuestra ideología. 
Mi sombra me requinta pues ella ve lo que yo no veo, me señala y pregunta por qué tenemos la tonta costumbre de hacer todo lo contrario, de andar persiguiendo corazones que no destilan sentimientos, de no diferenciar lo malo de lo bueno, y le respondo, dudoso, que simplemente no nos percatamos de eso, que luego con el tiempo aprendemos y lo reconocemos, pues es un mal necesario para aprender cosas nuevas.
Con el pasar de los días vivimos hechos y ganamos experiencia, ya que la vida se adorna de momentos, de errores y juramentos, de promesas, de besos, de lágrimas y de recuerdos.
Todo aquello que ve el sol, tiene una sombra que define el pasado y marca el presente, no se cansa y sigue ante las adversidades de la naturaleza. Es parte importante del alma, conserva la esencia de nuestro cuerpo y se aferra a su dueño, es fiel como un perro, tímido como un niño, juguetón como un bebe e indomable como una fiera. 
Mi sombra guarda íntimos secretos, sale de día y se esconde de noche, pero siempre anda conmigo en el mismo camino. Me cuenta los misterios de la sociedad, difunde en mi mente la tan valiosa y dura verdad, me libera de la hipocresía de la gente y me advierte ante cualquier mal.


sábado, 21 de abril de 2012

La noche

La noche fría no comparte mis ganas de escribir, congela mis pensamientos, no me permite desconectarme del mundo ni renovar la sonrisa. Su único logro es quebrar mi piel, agudizar mis sentidos, y hacer que me pierda en las comodidades del sendero y en las angustias del ayer. 
Otra vez se fue el sonido y en mi espacio gobernó el silencio, y en un descuido quedé desnudo ante esos enigmas que te caracterizaban. Aquellas respuestas que descubriste se quedaron en los peldaños de mi duda, y en tu filosofía no había un concepto ni un por qué a tus audaces e ingeniosos intentos.
No puedo encontrar un refugio a esa sutil manera que tienes de envolverme en tus sentimientos. Tu presencia me intimida a pesar de que no te pueda ver. Tu sombra me hace gestos, me dice a gritos acércate, llámame, búscame o piérdete.
Culpo a los sueños que como ascensor me elevan y marean hasta perderme en los pisos de tu amor, busco tu puerta, te busco a ti con ganas de no encontrarte. 
Hay historias que aún no se han escrito, hay deseos que no se han cumplido, hay ojos que han dejado de llorar, hay en las calles personas pensando en desaparecer, hay en tus labios la promesa de mis besos, y hay, también, en tu piel, el recuerdo voraz y saciable de una noche sin amanecer. 
Y es así que lanzo al viento mi protesta, mis quejas y mi suplicio, esperando que regrese del norte o del sur, aires nuevos para respirar esperanza y confianza, las cuales me robo la vida al estrellarse con el tiempo y el recuerdo inexplicable y solemne que algún día me hicieron creer en ti. Todavía veo el brillo y las estrellas que componían la belleza de tu sencillez. ¿Cómo lo hacías? Me pregunto a diario. 
En tu indiferencia voy volando por las calles que te ven despertar, te imagino soñando y recibiendo la luz de la mañana con una sonrisa. Sé que tal vez no puedas seguir las huellas de mis pasos, entiendo que tu alma sigue atada a un corazón que no te deja ver. Quizás sí estuviste enamorada de él y es por eso que el pasado te acecha constantemente hasta confundir tus sentimientos, pero recuerda que no es bueno vivir de recuerdos. Por eso mírame, respírame, abre los ojos y despierta, no por mí, sino por ti.
Aunque tu orgullo no permita segunda parte entre los dos, tengo en mis mañanas una melodía poco conocida, en mis tardes una carta que leo a escondidas, en mis noches un poema y un verso que describen los enigmas de la luna llena, pero mi día entero lo haces tú y no te tengo. 
Los minutos pasan como nubes en el cielo, comprendo la razón del tiempo y desaparezco ante la sutil ley de la vida. Me aferro a tu serenidad que conversa con mi deseo, y te veo reflejada en el mar robándome un beso apasionado, un beso de aquellos, sin fin, de esos. 
En la noche tu ausencia invade mi tiempo libre y trato de colocar mis miedos en la repisa de tu olvido. Hablo con tu recuerdo y solo me conformo con retratar el momento a base de escritos y pensamientos. 
En plena noche tus instintos obedecen lo que por naturaleza saben hacer: tus locuras contrarrestan mis intentos más sinceros y mirándome a los ojos narras el pasado con la verdad de la mentira. 
Y aunque en mis labios estés vetada, puedo expresar lo que siento con un canto acompañado de mi guitarra. Aunque ante mis ojos no estés clara, puedo decirlo con una mirada. Aunque en mi manos estés condenada, puedo escribirlo con la tinta de mi alma, con la única intención de que descifres la religión de este loco bohemio. 
Me veo resignado ante todo este universo, incomprendido hasta el extremo, adolorido por miradas, sobornado por caricias, y ahí me doy cuenta de la autonomía que tiene el corazón, que sin pedirte permiso hace lo quiere, lo que siente.
Mientras más lo pienso no consigo encontrar la respuesta, no hay siquiera algún motivo de por medio. Voy ciegamente tratando de recordar en qué momento fue que me caí y me perdí en este juego sin reglas. Encantado por la fragancia de las ilusiones comprendo que no formo parte de esta realidad, pues para tu mundo solo soy un soñador más.
Noches sin sueños, días largos y abrazados del silencio le dieron lógica y razón a tu ironía. Llegué a comprender el motivo de la soledad y a ver la libertad que tenemos de escapar de lo que hace daño, de lo que no nos deja respirar. Y si hoy me encuentras por las calles, perdido en la ciudad, no me preguntes cómo estoy, pues no sabría qué contestar...