domingo, 9 de septiembre de 2012

Desprenderse

No recuerdo con detalles cuándo fue la primera vez que cruzamos las miradas, creo que todo empezó como un juego, intercambiando palabras, bromeando de cualquier cosa. Frecuentemente y sin proponérmelo, me encontraba contigo, y a los pocos días mi interés por ti empezó a crecer. Te veía diferente, resaltabas ante mis ojos, y ya no podía evitar querer estar cerca de ti. Adoraba caminar a tu lado, conversar de todo un poco, conociéndonos cada vez más y despejando las dudas entre nosotros que aclaraban la vía a un nuevo sendero. 
Era interesante escucharte, responder a tus interrogantes que se daban en tu vida cotidiana, saber tus sueños y las metas que querías alcanzar. Memorice muy bien cada una de tus frases, las cuales siempre llevo conmigo y recuerdo con tanto cariño. Tu risa adorable, tu gran sentido del amor y tu sencillez, fue lo que me cautivó de ti. Si hay algo que valoro mucho es la espontaneidad de las personas, y tú siempre eras así como te describo.
Las llamadas inesperadas que nos hacíamos me dejaban un sabor dulce antes de dormir, sobre todo las largas conversaciones en donde siempre había algo nuevo de qué hablar y de qué reír. Veíamos llegar la noche con un abrazo que para mí era eterno, y las miradas escondidas, aquellas que dicen mucho aunque sean en silencio, así como las preguntas que respaldan el cariño, y los celos, la señal más clara de que cada día pensaba más en ti. 
Fuiste distinta al resto, sobresaliste de una manera que aún no logro comprender, y cada vez que lo pienso, sonrío sin darme cuenta. A veces creo que sé lo que siento, y pienso que es así, pero no es totalmente cierto. Suelo tratar de retratar todo lo que sucede, pero luego aquella imagen solo se vuelve un recuerdo, a veces alegre por haberlo vivido, otras triste por no seguir viviéndolo. Llegaste a mí en un momento en donde yo no tenía nada claro, en donde solo andaba por andar y dejaba que mis pensamientos me guíen y mis textos relaten mi futuro. Mi pasatiempo era volar de vez en cuando, pero desde que te conocí, lo hacíamos juntos sin mirar más allá de lo que yo ya presentía.
Mi soledad, que aunque por aquellos días se empezaba a desvanecer, aún me mantenía acostumbrado a esa condición, que cuando sucedió lo nuestro fue tan raro, tan tierno. El sentimiento ya tenía otros planes, moría por aferrarse y ser parte de una nueva historia. Sin embargo, yo sabía que no era el momento adecuado, y aunque no tenía claro el por qué, accedí a aquel refugio de mi ausencia y volteé la página cuando recién íbamos en el primer párrafo de nuestro relato. 
A pesar de eso, mis pensamientos seguían pendientes de ti, me dolió mucho seguir mi camino solo, sabiendo que podía hacerlo abrazado de tu compañía. Pero, ahora, viendo las cosas con más calma, creo que fue porque sentía algún miedo. Y aún sabiendo que eras muy sincera conmigo, algo me hizo retroceder y quedarme en donde había estado por mucho tiempo. 
En la vida solemos cometer errores, y dejarte ir fue uno de esos. Aunque también lo hice porque no me sentía listo, habían muchas cosas que quería arreglar conmigo, quería recuperar el equilibrio que había perdido en mi vida, y yo tengo claro que cuando quieres amar lo haces cuando te sientes listo, no cuando te sientes solo. Y eso fue lo que pasó. Dejé que vueles con mi alas, decidí dejar volar este amor que se llevó una parte muy grande de mí, pero que dejó un lecho fértil para que más adelante tú seas feliz con alguien más.
Sé que quizás fui un poco egoísta, sé que no debí desprenderme de ti si recién el futuro nos abría sus puertas. Pero yo, en un arrebato de locura, con razones y sin ellas, decidí cerrarla, pero sin seguro, porque quizás en algún momento te vuelva a encontrar, y tal vez nuestras vidas se enlacen de nuevo, porque, quiero creer la posibilidad, de que tú aún también me recuerdas.