martes, 2 de julio de 2013

Buscándote

Te busco sereno y a la vez desesperado, confirmando mis pasos detrás de un fantasma, de un recuerdo, pero mi intento pierde fuerzas y no apareces. Sigo con la vista al aire, con el corazón entre el alma y el cuerpo esperando una señal que le de alas a tu existencia, a tu anhelado regreso.
Camino desconcertado, emocionado y ajeno al presente. Empiezo a descifrar las huellas que dejaste por las veredas de tus calles y siento que algo se asoma, respiro un instante y quedo en total silencio. Pero me equivoco, solo era una sombra, un espejismo por mi desesperación de encontrarte. Sin embargo, algo me dice que has vuelto, pero te escondes, niegas demostrarme tus intenciones más profundas y desapareces sin darme la oportunidad de verte. 
Camino lejos, grito como un loco y no respondes, miro por los balcones, te busco en los parques más visitados y poco conocidos, pero no hay rastros de ti ni de mí. No pierdo la esperanza porque sé que voy a encontrarte. Por eso te busco, para evitar que te alejes y me dejes con esta soledad que poco a poco me envenena. Y a pesar de que todo parezca estar en mi contra, mi intento aún sigue en pie, pues si dejara de hacerlo no merecería ser parte de tu vida. 
Continuo y mi desconcierto me hace pensar en mil lugares para ir a buscarte. Tal vez solo esperas a que llegue la noche, pero eso no me impide buscarte pues hoy el tiempo es mi mejor aliado. 
Las horas pasan y mi cuerpo luce cansado, pero aún con ganas de buscarte, de seguirte con la mirada, de llamarte con el corazón. No iré a ningún lado hasta encontrarte, pues te veo y desapareces y escucho entre el ruido una voz que me guía; quizá solo intentas distraerme un rato para ponerme a prueba... 
Camino pensándote y al mismo tiempo voy convirtiéndome en un ser irracional. Acelero el paso cada vez que siento tu presencia, pero empiezas a alejarte y los recuerdos hacen que me apresure. No me canso, actúo por instinto, mi mente ya no razona. Te busco entre la gente, por los rincones más nostálgicos y bohemios de la ciudad. Te veo impresa en el aire, pero te vas con el viento, no me detengo, sigo buscándote. Estoy seguro de que has vuelto, de que has regresado para salvarme de este infierno, de esta realidad que no tiene sentido. 
Corro como un loco, esquivo a los autos, la gente me grita y me mira con cólera. No me importa, ellos no saben cuál es mi intención, solo se pudren en su rutina, su vida amargada se refleja en las calles intentando sobreponerse a los demás, pero evito distraerme pues sé que cada vez estoy más cerca de ti. 
Camino perdido, mirando a todas partes, sin comprender cómo fue que llegue hasta aquí. El cansancio me pretende, pero hoy nada de eso importa, tengo que enfocarme y encontrarte, hay tantas cosas que no te dije y que quisiera contarte. 
Con el pasar del tiempo mis ganas son más fuertes. El sol está a punto de irse, no tengo problema, te vi muchas veces en las noches, sé que puedo reconocerte... Estoy en una plaza, tal vez las personas podrían ayudarme, tal vez te conozcan, pero en mi estado no creo que me hagan caso, mejor sigo por mi cuenta. 
Veo una cabellera que brilla en la oscuridad, ¿será ella? En cuestión de segundos el corazón me empieza a latir como nunca antes. Te he buscado por horas, ojalá seas tú... Pero no, no hay nadie. Toda la calle desaparece, ya no hay gente deambulando afuera, ya casi es de noche, no lo entiendo, me rehúso a pensar que te perdí de vista. Tal vez me distraje, pero mejor sigo buscando, pues no voy solo, todo el trayecto he estado contigo. 
Ya no pienso con claridad, el cuerpo y la mente me piden un descanso, «no lo hagas, perderás más tiempo, si se va ya no sabrás cuándo volverás a verla, continua, no desesperes, intenta mantener la cordura, llevamos horas buscándola y ya estamos cerca», me lo dice una voz interna. 
Llego a un puerto, el frío empieza a hacer efecto en mí, desde aquí puedo ver el mar pero no he venido para ver ese espectáculo. Sigo dando vueltas, veo muchas personas salir de sus autos, la vida nocturna empieza, «no te distraigas, recuerda por qué estamos aquí: por ella», me digo. Pero mis piernas parecen ya no dar más, mejor regreso, tal vez volviste donde empezaste, no importa, no es muy lejos, ya conozco todo el camino, además pensarte recobra mis fuerzas y me hace olvidar el peso de las horas. 
Camino consciente, algo me dice que ahora sí te veré. Continuo en mi búsqueda y empiezo a recordar fechas, frases y momentos, y sin darme cuenta ya estoy muy cerca de donde empecé a buscarte. Tal vez me estás esperando en el parque de siempre, sí, eso debe ser, no te preocupes, ya voy llegando, no sabes cuánto te he esperado. Todo luce tranquilo, veo el parque vacío, callado, es como si no tuviera color, «qué extraño» me digo. Pero sigamos, quizás está sentada donde siempre. 
Empiezo a ver con entusiasmo todo el lugar, queda muy poco del cielo azul, y de un momento a otro todo se pone oscuro, pero creo lograr verte. Sí, eres tú, el alma me vuelve al cuerpo y me acerco. No puedo creerlo, ¡en verdad has regresado! Camino impaciente, con miedo, con nervios y con un conflicto de ideas en mi mente. Llego y me siento a su lado, ella sostiene mis manos y entre susurros me dice: «Sabía que vendrías». Y le respondo: «Jamás te dejaría, por favor, no vuelvas a ausentarte. Pero si decides hacerlo, ausentémonos juntos».