miércoles, 12 de marzo de 2014

Repentino

Ni siquiera tuve el tiempo de pensarlo, de entenderlo; pero allí estabas tú, nuevamente a mi lado. Sin dudas y totalmente libres, nos vimos juntos, olvidando y riéndonos de lo que alguna vez nos separó. 
Sin presagiar el tiempo fuimos abrazando una amistad y una locura tan remota e inigualable, la cual, pienso, debió mostrarse así desde un principio. Admito y recalco en el miedo que todo esto dejó en algún momento, tal vez siempre nos quisimos pero ninguno se atrevió a decirlo hasta ese día. Ya cuando mis intentos y planes se veían perdidos, olvidé todo pasado confuso y herido para dar paso a esa parte de la historia que siempre vivió en nuestra memoria.
Dicen que lo más lindo en la vida no dura mucho porque nos deja con preguntas y nunca nos hace ver la realidad en todo su esplendor. ¿Cómo puede ser posible que nadie se arrepienta antes de morir en un intento sin precedentes? Tengo el recuerdo de un camino cubierto de sombras; tú, yo, involucrados sin miedo al tiempo, con un gran gesto salido de la más grande utopía entre dos seres descubiertos pero nunca antes vistos en el pleno que es la vida. 
Extrañarte no me salva ni me libera, es un castigo por no aceptar lo que sentía en aquel momento. Pretender que nada pasó, que nada fue como lo recuerdo cada día, es inaudito. No puedo mencionar con seguridad qué fue lo que tú sentías. Sin embargo, tampoco me llevo dudas. Por eso es que tal vez mantengo y sigo cumpliendo lo que en su día te prometí, a mi manera, tan desesperada y extravagante, con detalles que quizás nunca vayas a advertir, pero que son parte de los dos aunque tú no lo sepas. 
Espero, sí, aún tengo la esperanza de que vuelvas en un estado de tu yo que nunca promulgas y escondes, pero que logré conocer, no en su totalidad, pero sí en una parte importante de lo que es y no demuestra. No me gusta hacerme ideas imposibles, pero cuando las hago, intento todo para que sean tan reales como fue lo que llegamos a vivir: juntos sin ánimos de nada, solo de eso, de compartir sin preguntas ni respuestas… 
Pienso y trato de buscar en las memorias de mi antología, sobre cuándo fue que sentí esto que ahora siento contigo, pero no encuentro respuesta alguna. Despierto de un sueño, o más bien de una pesadilla, no me cabe en ninguna parte este silencio que hay entre nosotros. No me anima, no me culpa, no me hace feliz. Ojalá no hubiera callado y dicho más, «no hace falta» me digo, pero tampoco me compensa. 
Te necesito y a la vez no, para entender a descubrir quién fui, quién soy y quién seré, sin ti. Vivo en una confusión de personalidades, que buscan, que llaman, que extrañan y entienden menos cada día. Ni siquiera puedo hablar de mí cuando sé que otra vez dejé ir a quien me hacía recordar quién era. 
Fingir siempre y nunca, mañana y ayer, cansa, atormenta, consume y quita lo que mi corazón cree que nunca tuve. Me pregunto si todavía me recuerdas, si todavía vive en ti algo de lo que dejamos sin poseerlo. No puedo consolar este exilio con un recuerdo que ya no es el mismo, que se ha desgarrado del pasado y ha impuesto sus propias reglas para darme la contra. Solo sé que te llevaste algo de mí y ya no he vuelto a ser el mismo…