domingo, 10 de febrero de 2013

Utopía

Puede que ahora no lo entiendas o simplemente no lo llegues a asimilar, es como un intento de desligarme de aquel recuerdo que se perdió en algún momento, en algún lugar. 
A pesar de que siempre busqué la manera de que los dos miremos en una misma dirección, nuestras miradas solían cambiar de rumbo y perderse en la idea de ser libres. Nos ganó el tiempo. No supimos apreciar los momentos cuando estábamos juntos, y tampoco interpretar bien el afecto que decía poco pero sentía mucho… 
Me encuentro algo confundido, perdido y delirando, imaginando una visita inesperada, una llamada o algo que me diga que piensas en mí, como yo en ti. No me gusta extrañarte cuando sé que no vas a volver. 

Confieso que no advertí tu ausencia y ahora busco rastros de ti, pero solo me queda el recuerdo injusto que me lastima inconscientemente.
Mi intención no fue crear espejismos, la realidad nos consumió y no pudimos afrontarla, sentimos miedo de caer en un abismo sin fondo, nos cegamos con cada día que pasaba y caminábamos juntos sin saber a dónde... 
Mientras me recuperaba de tu indiferencia, encontré un atajo, pero sin aviso decidiste tocar a mi puerta cuando yo ya estaba de salida. No asumí que habías tomado la decisión de acompañarme en este viaje sin retorno. Yo ya había elegido escapar de esa ilusión absurda, invisible e insegura, es por eso que cuando llegaste, me vi en el dilema entre huir o quedarme, pero acepté volar contigo a pesar de mis dudas. 
En todo el tiempo que pasamos juntos busqué equilibrar mis sentimientos, pero tal vez en ese lapso te fuiste alejando sin darme cuenta. Creo que los dos llegamos tarde, o yo me adelanté y tú te demoraste. 
Cómo quisiera que todo hubiese sido distinto, sin embargo, hubo muchas cosas que conspiraron a mantenernos lejos, a ser ajenos al tiempo y al silencio. Quizás no somos el uno para el otro, pensábamos, o no era el momento adecuado para andar juntos o, tal vez, fue porque no llegamos a enlazar bien nuestros sentimientos y nuestra historia se volvió irrealizable para el amor. Y quién podría imaginarnos a los dos como uno, pues cada cual vivía su propia locura, soportaba sus problemas y trataba de apoyarse en una ilusión que se prendía y se apagaba, y que no daba respuesta alguna. 
Solíamos cuestionar nuestros amores y nuestras decepciones, siempre recordando más de lo debido y dejándonos llevar por historias caducadas que no nos permitían aprovechar nuestro momento. 
Cómo empezar algo si nosotros mismos escondíamos lo que nos hacía sentir felices, no aceptábamos que había algo más allá de lo que pensábamos o simplemente no lo vimos. Siento que faltó descubrir mucho entre los dos, decidimos andar sin fijarnos en los sentimientos, pero es inevitable no pensarte, no extrañarte, no quererte. 
Fuimos fuertemente frágiles y eso compensó a olvidarnos de los problemas con un simple abrazo. 
Siempre nos repetíamos sobre nuestra capacidad de ser libres mientras estábamos juntos, elegimos atar al amor y al dolor en un mismo camino sin apreciar lo que se vive en ese transcurso. Fue como tratar de llevar lo irreal y lo imposible a un mundo limitado por enigmas, así lo intentemos jamás sabremos qué fue lo que fuimos.
Jugábamos con las despedidas pensando siempre que aquella era la última, sin saber que luego estaríamos juntos de nuevo y más perdidos que nunca. Hasta que un adiós sin retorno construyó un muro que nos dividió sin quererlo, dejando escapar el amor que un día existió y que hoy muere olvidado y condenado por nosotros mismos.