domingo, 28 de octubre de 2012

Desasosiego

Tengo el miedo deslizándose por mi sombra, ocultado entre el ayer y en las tardes que hoy se sujetan a un cielo que sigue sin perder color. Aprendo del frío a no ser tan sumiso, y también a volverme inmune ante esas miradas falsas que solo pretenden opacar un alma que oculta en sus pupilas, el veneno mortal del amor.
Fue la noche que sin envidia despojó esas sensaciones, aquel desequilibrio que nos vuelve vulnerables ante cualquier cambio repentino, ante esa intranquilidad que perturba nuestro tiempo, o por el nerviosismo innato de algún adiós sin razón. Y así, la misma soledad como aliada es solo una jornada, un descanso, el silencio que enseña a la conciencia a no desaparecer en nuestro propio recuerdo. 
Hoy el viento no está amargo conmigo, respiro aferrado a la vida, y es que hacerlo reduce la angustia de querer indagar en el pasado para rescatar a aquel hombre que tal vez aún siga con vida. Quizás el cansancio se apiadó de mí, pues las voces que solían llamarme por las noches cada vez se oyen menos. Y entre pasos veo cómo una huella desaparece, en silencio descubro un atajo a orillas del recuerdo, y quizás estás más cerca de lo que pienso, pero aún no me atrevo aceptarlo. 
Suelo pensar en ti y en mis ratos no puedo evitar dibujarte en cada rincón de mi mente. Trato de interpretar tus palabras, pero me pierdo en tus frases, cortas y sinceras. Continuas hablando, te respondo con una voz silenciosa, y mientras la melancolía me seduce, te obsequio la expresión de mi alma: mi sonrisa, y le demuestro a mis fantasmas que hoy soy más fuerte gracias a ti. 
Sin embargo, y a pesar de todo aquello, no quiero aferrarme a este juego injusto que siempre pende de un hilo al estar cerca de tus labios, así como un «te extraño» carente de valor, como una simple frase en la cual no se pueden rescatar los suspiros sinceros del alma.
Cómo saber si tú eres como yo te veo, tan hermosa y a la vez tan sencilla. Tienes el talento para atraer mi mirada y hacerme caer en el atardecer de tus ojos. Sin embargo, la experiencia me dice que controle mis pensamientos y evite fantasear un amor sin siquiera haberlo conocido, pero la duda me gana y me incita a saber esas inquietudes, pues lo único que quiero es descubrir cómo eres por dentro.
Tu tristeza no puede ver el lado amable de mi alegría, se mantiene cegada y oprimida, piensa que es libre pero olvida que es esclava de su propia existencia. Será mejor que lo olvides, pues ya no hay más pretextos que tu propio silencio.
Sin pensarlo veía cómo el tiempo justificaba tu compañía; trataba de agonizar los minutos, las horas, para contemplar, con detalle, momentos que tal vez nunca más vuelva a ver.
Aún no encuentro el modo de poder minimizar la duda, como la falta de confianza que brilla por su ausencia cuando en tus palabras no percibo ningún significado, o tus encantos disfrazados de egocentrismo, tu mirada tan sincera pero a la vez tan indescifrable, me obligan a ahogar mis ganas e ir a buscar un nuevo anhelo.
Parecía fácil pero lo real hizo que mi desasosiego altere mis sueños. Mi única intención fue quererte sin pensar tanto, amarte sin dudar a que me hagas daño, y poder volar nuevamente, protegido con tus besos, enredado en tus abrazos, y guiado por tus ojos para encontrarle color a este mundo tan opaco.
Tal vez me dejé llevar por la falta de compañía, me cegué repentinamente y escondí el temor que prohibía abrir el corazón a alguien más. Y así te descubrí en mi negación de encontrarte, empezamos a jugar a estar solos, me ate a tus locuras e hicimos de la ironía una razón para burlarnos de la vida. Me perdí en tus detalles, en tu sutil encanto, hoy te sigo pensando, pero cada vez menos. Todavía sigues tatuada en mi alma, en mis desvelos, pero estoy seguro que mañana o más adelante, serás sólo un recuerdo.



domingo, 14 de octubre de 2012

Percepción

No reconozco con certeza el lugar en donde ahora me encuentro. El cielo está de un color que no logro descifrar. Percibo, con asombro y pena, que la naturaleza empieza a perder sentido. Y son las calles que cobran una nueva sucursal.
El frío me abraza, me habla, pero la sutil magia de mi piel retrasa su intención. Mis instintos me delatan, me descubren, pero basta con solo quedarme en silencio para descubrir los detalles que alteran y cambian a mi alrededor. Oigo un susurro armónico que se prolonga a lo lejos, allá, donde el ocaso muere en el intento de ser noche y el mar se proyecta como un sueño ante mis ojos, para gritarme algún recuerdo que murió en mi melancolía. 
Mi sombra se esparce en una oscuridad desconocida y deshabitada, mientras que mis interrogantes nacen con un lápiz y una hoja de papel. Mis nervios se rompen y me vuelvo inmune antes algunos sucesos, mis manos se congelan y mis pupilas se dilatan, mi mirada luce cansada, con ganas de dormir y de soñar despierto.
Mi percepción del mundo se hace añicos y se regenera, la realidad cada vez es más absurda, sin sentido, vaga e inquieta. La indiferencia convoca miradas cegadas por el miedo, cautivadas por una causa perdida o por una voz sin decir lo que en verdad siente. Sin embargo, el amor no pierde textura, fluye voraz y verdadero, mientras almas honestas alimentan el futuro. 
Me encuentro perdido en los suburbios, en mi autoridad, en este momento tengo miedo de ser encontrado, miedo a que descubran mi sosiego. Tal vez sea fácil oírme en mi silencio, pues en mis gestos y en mi mirada, se encuentran más palabras de las que podría yo decir. Ahora comprendo que suelo ser frágil, aunque no pretenda serlo.
Tratar de comprender el mundo no es más que una odisea constante, y vivir en soledad es enfermarse de un complot de ideas, como una estafa al inconsciente, o como si se llevaran lo que siento y que entre gritos mi suplicio no se oyera. 
Me siento como un libro perdido y maltratado, con el recuerdo magullado y lleno de historias sin ser contadas. Pero bendecido con un amor de una fortaleza implacable y con frases que cada día se mueren en mi memoria por temor al odio ingenuo de almas inconscientes, débiles al sufragio de mi llegada, pero fuertes al exilio de mi despedida. 
Queriendo interpretar esas voces que juegan a ser verdad, se pierde la claridad en las almas de las personas, y cada vez su piedad es menos. Y como siempre, el más inocuo y vacío testamento ganó la apuesta de la vida, la suerte jugó a su favor mientras que las sorderas del entorno contagiaron la belleza que dejó en sus huellas.
Frente a ese yo que no soy yo, busco en sus miedos, en sus fortalezas, alguna señal de vida, de aliento, pues he conservado en mis pensamientos la razón a las tantas sinrazones que dejé de lado en su momento, para poder morir y revivir en mi propia vehemencia. 
Aunque el sueño y mis ganas no compartan lo mismo, sigo en las mismas vías que solo yo he recorrido, olvidando el pasado que se esconde para aliviar el presente, mi verdad se vuelve ajena a mis locuras que hicieron que me desprenda de la tan infame y villana hipocresía que, entre voces, descubrí a mi alrededor.
Así como las cartas que un día jugué, el resultado siempre fue inesperado. Accedí a almacenar estos recuerdos en hojas de papel, que aunque se pierdan de mí, están ahí, vivos y reacios, esperando a ser leídos o recordados, pues como cualquier juramento, una promesa de vida se esconde en sus párrafos.