martes, 5 de enero de 2016

Posguerra

Se lucen los hombres, diestros, cuerdos, con todos sus cabales, o al menos, eso es lo que quieren creer. Pero, ¿acaso yo no? Solía hacerme esa pregunta debido a que la gran mayoría aparentaba algo que no era, pues, y creo que todos lo sabían, no era posible después de dichos sucesos. Sin embargo, y a pesar de lo joven que era, intentaba acoplarme y al mismo tiempo desprenderme del pensamiento común de aquellas épocas. Es cierto, las cosas habían cambiado, pero no para bien. 
Después de los conflictos bélicos nada volvió a ser lo mismo. Quedamos marcados de por vida: el miedo, la pena, la incertidumbre de no volver abrir los ojos ya era parte de nosotros. Eran tiempos de represión, de aislamiento, de miseria cruda. La única forma de sobrevivir era tratar de encontrar la paz para llegar, de alguna forma, a la tan ansiada calma, la cual, lamentablemente, no lográbamos obtenerla. Pero de pronto, sin advertirlo, como si de algún secreto se tratara, llegó ella, cambiándolo todo, provocándole al tiempo un letargo inacabable y sórdido ante las necesidades banales de aquellos que se creen dueños del mundo.
¿De dónde vienes? Nunca había presenciado tal acto, maravilloso y pulcro, como tus manos, como mis ojos al encontrarme contigo. No había sentido tal emoción desde que terminó la guerra, y ahora que lo pienso, tal vez fue por ella que sobreviví a dicho infierno. ¿Puedo saber tu nombre? Tal manifestación merece ser reconocida, homenajeada, como ya lo está en los laureles de mi memoria. 
En un mundo donde la desgracia abunda, verte llegar ha sido un milagro. Es cierto, aún no logramos llegar a la dicha, pero sin duda, viéndote puedo afirmar que existe. 
¿Qué puedo hacer por ti? En un acto magnífico me mira y me habla en un idioma que no logro entender. Me quedo petrificado frente a su presencia porque jamás había visto tanta belleza en una sola persona y digo que sí a todo. Vestía prendas extrañas, adelantadas a nuestro tiempo, tiempo que ni sabíamos cuál era. No me tomó mucho tiempo darme cuenta que ella era la paz que tanto buscábamos, porque había venido para ayudarnos sin pedir nada a cambio, quería brindarnos lo que nos hacía falta, porque después de los sucesos de la guerra, nos habíamos quedado huérfanos de todo, el vacío, la pena, la tragedia misma vivía con nosotros. 
¿Has venido para quedarte? Pensaba y esperaba que así fuera. Pero no vino sola, con el tiempo llegaron más personas unidas a su causa. Y desde luego, las cosas poco a poco empezaron a cambiar. Había un ambiente de amabilidad entre todos, por fin existía un motivo para vivir dignamente. Pero, ¿quién era ella? Está de más decir que para mí fue más que un ángel, más que un amor platónico. No hablábamos el mismo idioma pero nos entendíamos.
Estuve a su lado en todo el proceso de cambio, pues yo quería hacer algo por mi gente, por mi tierra, y gracias a ella pude hacerlo. Ahora, casi medio siglo después, recuerdo cómo fue que pasó todo y veo cómo ha cambiado este lugar desde aquel entonces, y me alegra saber que las personas pueden vivir en las mejores condiciones y sobre todo, felices sin miedo a nada. Y por supuesto, cada vez que la veo a mi lado me sigo asombrando como aquel día, vivo enamorado, y a pesar de los años, sigue hermosa y su bondad no la ha perdido.