sábado, 21 de abril de 2012

La noche

La noche fría no comparte mis ganas de escribir, congela mis pensamientos, no me permite desconectarme del mundo ni renovar la sonrisa. Su único logro es quebrar mi piel, agudizar mis sentidos, y hacer que me pierda en las comodidades del sendero y en las angustias del ayer. 
Otra vez se fue el sonido y en mi espacio gobernó el silencio, y en un descuido quedé desnudo ante esos enigmas que te caracterizaban. Aquellas respuestas que descubriste se quedaron en los peldaños de mi duda, y en tu filosofía no había un concepto ni un por qué a tus audaces e ingeniosos intentos.
No puedo encontrar un refugio a esa sutil manera que tienes de envolverme en tus sentimientos. Tu presencia me intimida a pesar de que no te pueda ver. Tu sombra me hace gestos, me dice a gritos acércate, llámame, búscame o piérdete.
Culpo a los sueños que como ascensor me elevan y marean hasta perderme en los pisos de tu amor, busco tu puerta, te busco a ti con ganas de no encontrarte. 
Hay historias que aún no se han escrito, hay deseos que no se han cumplido, hay ojos que han dejado de llorar, hay en las calles personas pensando en desaparecer, hay en tus labios la promesa de mis besos, y hay, también, en tu piel, el recuerdo voraz y saciable de una noche sin amanecer. 
Y es así que lanzo al viento mi protesta, mis quejas y mi suplicio, esperando que regrese del norte o del sur, aires nuevos para respirar esperanza y confianza, las cuales me robo la vida al estrellarse con el tiempo y el recuerdo inexplicable y solemne que algún día me hicieron creer en ti. Todavía veo el brillo y las estrellas que componían la belleza de tu sencillez. ¿Cómo lo hacías? Me pregunto a diario. 
En tu indiferencia voy volando por las calles que te ven despertar, te imagino soñando y recibiendo la luz de la mañana con una sonrisa. Sé que tal vez no puedas seguir las huellas de mis pasos, entiendo que tu alma sigue atada a un corazón que no te deja ver. Quizás sí estuviste enamorada de él y es por eso que el pasado te acecha constantemente hasta confundir tus sentimientos, pero recuerda que no es bueno vivir de recuerdos. Por eso mírame, respírame, abre los ojos y despierta, no por mí, sino por ti.
Aunque tu orgullo no permita segunda parte entre los dos, tengo en mis mañanas una melodía poco conocida, en mis tardes una carta que leo a escondidas, en mis noches un poema y un verso que describen los enigmas de la luna llena, pero mi día entero lo haces tú y no te tengo. 
Los minutos pasan como nubes en el cielo, comprendo la razón del tiempo y desaparezco ante la sutil ley de la vida. Me aferro a tu serenidad que conversa con mi deseo, y te veo reflejada en el mar robándome un beso apasionado, un beso de aquellos, sin fin, de esos. 
En la noche tu ausencia invade mi tiempo libre y trato de colocar mis miedos en la repisa de tu olvido. Hablo con tu recuerdo y solo me conformo con retratar el momento a base de escritos y pensamientos. 
En plena noche tus instintos obedecen lo que por naturaleza saben hacer: tus locuras contrarrestan mis intentos más sinceros y mirándome a los ojos narras el pasado con la verdad de la mentira. 
Y aunque en mis labios estés vetada, puedo expresar lo que siento con un canto acompañado de mi guitarra. Aunque ante mis ojos no estés clara, puedo decirlo con una mirada. Aunque en mi manos estés condenada, puedo escribirlo con la tinta de mi alma, con la única intención de que descifres la religión de este loco bohemio. 
Me veo resignado ante todo este universo, incomprendido hasta el extremo, adolorido por miradas, sobornado por caricias, y ahí me doy cuenta de la autonomía que tiene el corazón, que sin pedirte permiso hace lo quiere, lo que siente.
Mientras más lo pienso no consigo encontrar la respuesta, no hay siquiera algún motivo de por medio. Voy ciegamente tratando de recordar en qué momento fue que me caí y me perdí en este juego sin reglas. Encantado por la fragancia de las ilusiones comprendo que no formo parte de esta realidad, pues para tu mundo solo soy un soñador más.
Noches sin sueños, días largos y abrazados del silencio le dieron lógica y razón a tu ironía. Llegué a comprender el motivo de la soledad y a ver la libertad que tenemos de escapar de lo que hace daño, de lo que no nos deja respirar. Y si hoy me encuentras por las calles, perdido en la ciudad, no me preguntes cómo estoy, pues no sabría qué contestar...



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