lunes, 22 de abril de 2013

Noción

Puedo hablar con respecto a algunos paradigmas, analizar sobre mi adicción a dichos paisajes y mundos lejanos a este, a la soledad, al frío, a la noche, a la melancolía. También podría hablar sobre aquellos ambientes comunes en esas historias extraviadas, perdidas en un desván de recuerdos, de olvidos y de momentos recopilados y cristalizados por las heridas que provoca el desamor al final de un encuentro. 
Hay veces que en mi desasosiego pierdo las esperanzas y las ganas de ser protagonista del amor en la vida, y es que ver a las personas olvidarse mientras desangran la pena, es consumirse en una desolación ajena e inaceptable. Y así mismo, trato de entender su peculiar interés por buscar respuestas, pues aunque suene algo increíble, aquellas soluciones se encuentran frente a sus ojos, pero se ciegan y evitan saberlo. Se han acostumbrado a ignorar con certeza dicha fuente de alegría, refugio nocivo para aquellos que solo necesitan volar y sentirse libres, así sea en su propio pensamiento o en su propio jardín de ideas y de memorias. 
Lo más peligroso en esta vida siempre ha sido vivir, no existe algo peor o similar a eso. Sin embargo, uno tiene que arriesgarse, continuar a pesar de todo y no quejarse ni doblegarse, pues perder el temor es sinónimo de valor, de fuerza. 
Deseamos la suerte cuando en realidad esperamos que nunca se nos escape de las manos, al igual que esas equilibradas supersticiones que se adhieren a nosotros, a lo loco o por creencia, y que va enlazada a una historia que quisiéramos cambiar. 
Es como la verdad que nos hace pensar, reír y llorar, o como aquellos inocentes en el amor que se sienten abrumados por contradicciones de voces desalmadas, por cuentos de ensueño y milagros que solo se encuentran en sus manos, en melodías de una noche, en amores pasajeros, en instantes olvidados, y en un sinfín de miradas y abrazos que ya no regresan.
Quién puede valerse de un solo corazón, como si este eligiera sentir, pues nadie lo obliga a estar ilusionado ni confundido de ironías, o de un sarcasmo hiriente y al mismo tiempo creíble. 
Y así podría seguir con este arrebato, con este frívolo enfoque hacia un camino roto, hacia un puente quebrado, o a un parque abandonado por amores perdidos. 
Hay palabras en hojas consumidas por el fuego, silencios en bocas equivocadas y sentimientos en oídos ilusos. Hay recuerdos grabados en la Luna y perdidos en el tiempo, en ese tiempo que no se detiene: horas, minutos, segundos, nada, somos esclavos y no nos damos cuenta. Las nubes, el cielo, el espacio, todo cambia. El temor, los rostros, la pena, los enamorados, las intenciones, los gustos, las mentiras, las verdades, las ilusiones, los amores. 
De vez en cuando es bueno mirar hacia uno mismo y olvidarse de todo lo que nos rodea, desvestir tus miedos y reclamar a la vida, juzgar y condenar al tiempo, y rechazar todo tipo de costumbre, toda clase de conducta que nos han impuesto. 
A veces es indispensable conservar tu silencio, hasta que llegue el momento en donde tengas que darlo a conocer y despertar, y seguir, caminar y vivir como lo estás haciendo, como lo hiciste, mientras aprendes del recuerdo y olvidas todas las desdichas, todo el pesar que provoca lo malo. De vez en cuando tómate un respiro y admira a la vida, y recuerda todo lo que te ha enseñado. Nunca dejes que nada ni nadie te cohíba ni te haga sentir menos, sé libre en tus acciones y en cada uno de tus pensamientos.

sábado, 30 de marzo de 2013

Olvidarte

Buscando la forma correcta de romper esos pactos que a ciegas nos hicimos, descubro entre preguntas que olvidarte es mi intento constante, pues es lo único que necesito para empezar de nuevo. 
Olvidarte es enseñarle a mi mente a reciclar los momentos, las desdichas, los perdones. Es limpiar de mi vida las angustias provocadas por recuerdos que solo me incitan a delirar. Los motivos para desprenderme de ti son suficientes y escasos, y olvidarte es herirme y herirte, es abrazarte y que yo sienta el afecto. 
Olvidarte es tener una vida carente de dudas y de dilemas, es creer que vivo plenamente sin recuerdos o arrepentimientos de un amor perdido. Olvidarte es mi cura ante los días amargos, es aliviar un corazón desnudo y atrapado por frases que desaparecen para hacerte menos visible en mis pensamientos. Olvidarte es encontrar un atajo entre tus recuerdos, para llegar a ese lugar de mi mente que desconoce de tu existencia. 
Y así es como te olvido, entre el lamento y la alegría, entre tu vida y mi vida. Olvidarte es poner la balanza a mi favor para llegar a encontrar un escape a este juego que trata sobre recordarte y olvidarte al mismo tiempo. 
Olvidarte es no sentir rencor ni miedos al saber algo de ti, es no reprimir los sentimientos, pues si te olvido ya no sentiré nada. Olvidarte es calmar mis ganas, es ir despacio y sin apuro, es razonar conmigo y sacrificar un puñado de momentos. Olvidarte es una excusa para remediar el daño de un ayer sin conciencia, es empeñar tu vida al borde del olvido mientras yo nado con un tesoro y te dejo en las profundidades de mis recuerdos. 
Olvidarte es emprender un viaje a un mundo donde tú no existes, es caminar por los lugares que frecuentábamos y no sentir nostalgia. Olvidarte es reemplazar los sentimientos en el corazón de alguien más y en las pasiones que escriben mi futuro. Olvidarte es equilibrar mi vida mientras me hago compañía. 
Olvidarte es soltar una parte de mí que simplemente caducó, es como resucitar, como haber muerto y seguir viviendo a pesar de dicha tragedia. 
Olvidarte es atarme a una nueva oportunidad de sentir cosas que contigo llegué a vivir, es no abandonarme y tenerme autoestima, es quererme y alejar de a poco la melancolía.
Olvidarte en encorvar mi presente, prohibiéndole mira a esos lados en donde tú te encuentras. Olvidarte es no sentir tu ausencia ni creer que te he perdido, es no pensarte, es no recordarte. Olvidarte es traicionar el amor que alguna vez fue tuyo. 
En el proceso de olvidarte, me hice amigo del tiempo para sentir que todo pasaba más rápido de lo normal, y alegar mi venganza para borrarte de mi memoria y ser testigo del suicidio de ese ingenuo sentimiento.
Así decido olvidarte mientras vendo cada uno de tus recuerdos, pues no necesito de nadie para olvidarte, ya que al sujetarme de mis sueños encuentro un motivo más para vivir y reiniciar mi vida. 
En mi jornada olvidarte es primordial e innecesario, ya que poniéndole clavas a la rutina te olvido sin querer. Pero debo confesar que tu recuerdo me hirió y yo le dejé hacerlo, y estuve a punto de desistir e ir a buscarte, pero mi letargo me llevo más lejos y le quite verdad a dicha leyenda que olvidar es imposible. 
Olvidarte es exiliarme de tu vida, es como elaborar un crimen perfecto en donde yo salgo ileso y libre de cargos. Olvidarte es dejar que tus huellas se borren de las orillas del mar, es crear mi suerte, es hacerme sombra a mí mismo, es desatar esos lazos que compartí junto a ti. 
Olvidarte es no conocer tus veredas ni recordar alguna fecha o día en especial. Olvidarte me concede la dicha de seguir viviendo sin miedo al pasado, ya que al no pensarte compenso mis días con la ausencia de preguntas que ya no tienen algún significado. 
Al momento de olvidarte me convierto en tu enemigo en el amor, es como competir para ver quien llega primero a la meta y cruza la línea del olvido. Olvidarte es pensar en mí y borrar en cada paso tu recuerdo, es volar sin tus alas y escuchar una canción y que no seas lo primero que se me venga a la mente. 
Olvidarte es clavarme en tus pupilas y no recordar quién eres. Es arrancar sentimientos en los cuales tal vez aún vivas, pero mi deseo de olvidarte me obliga a hacerlo para dejar de pensarte y extrañarte al mismo tiempo.
Olvidarte es recordar mi vida antes de que tú llegaras, es mirarte y no sentir nada, es hablar contigo como si jamás hubiéramos estado juntos. Olvidarte es entender que no dependo de nadie para volver a ser feliz, es sujetarme y no desistir, es confirmar que llegaré lejos si no volteo la mirada. 
Olvidarte es quitarle a mi tiempo anclas e impedimentos, es recobrar el equilibrio mientras me abrazo de un mañana que no sabe que en mí has existido. 
Y pongo aprueba la libertad que tengo para cancelar por siempre aquel tratado que decía que jamás te olvidaría, hoy lo rompí y me revele ante esas promesas que tú tampoco cumpliste.
Al olvidarte comprendo que tenemos la capacidad de comenzar otra vez y de encontrarnos con nosotros mismos, para vivir en paz y sonreír de nuevo.
Y después de haberlo intentado todo, de haber caminado lejos y de haber vivido toda clase de emociones buscando la manera de vetarte por siempre, en mi silencio descubrí que escribirte era la única forma de olvidarte.

                                     

domingo, 10 de febrero de 2013

Utopía

Puede que ahora no lo entiendas o simplemente no lo llegues a asimilar, es como un intento de desligarme de aquel recuerdo que se perdió en algún momento, en algún lugar. 
A pesar de que siempre busqué la manera de que los dos miremos en una misma dirección, nuestras miradas solían cambiar de rumbo y perderse en la idea de ser libres. Nos ganó el tiempo. No supimos apreciar los momentos cuando estábamos juntos, y tampoco interpretar bien el afecto que decía poco pero sentía mucho… 
Me encuentro algo confundido, perdido y delirando, imaginando una visita inesperada, una llamada o algo que me diga que piensas en mí, como yo en ti. No me gusta extrañarte cuando sé que no vas a volver. 

Confieso que no advertí tu ausencia y ahora busco rastros de ti, pero solo me queda el recuerdo injusto que me lastima inconscientemente.
Mi intención no fue crear espejismos, la realidad nos consumió y no pudimos afrontarla, sentimos miedo de caer en un abismo sin fondo, nos cegamos con cada día que pasaba y caminábamos juntos sin saber a dónde... 
Mientras me recuperaba de tu indiferencia, encontré un atajo, pero sin aviso decidiste tocar a mi puerta cuando yo ya estaba de salida. No asumí que habías tomado la decisión de acompañarme en este viaje sin retorno. Yo ya había elegido escapar de esa ilusión absurda, invisible e insegura, es por eso que cuando llegaste, me vi en el dilema entre huir o quedarme, pero acepté volar contigo a pesar de mis dudas. 
En todo el tiempo que pasamos juntos busqué equilibrar mis sentimientos, pero tal vez en ese lapso te fuiste alejando sin darme cuenta. Creo que los dos llegamos tarde, o yo me adelanté y tú te demoraste. 
Cómo quisiera que todo hubiese sido distinto, sin embargo, hubo muchas cosas que conspiraron a mantenernos lejos, a ser ajenos al tiempo y al silencio. Quizás no somos el uno para el otro, pensábamos, o no era el momento adecuado para andar juntos o, tal vez, fue porque no llegamos a enlazar bien nuestros sentimientos y nuestra historia se volvió irrealizable para el amor. Y quién podría imaginarnos a los dos como uno, pues cada cual vivía su propia locura, soportaba sus problemas y trataba de apoyarse en una ilusión que se prendía y se apagaba, y que no daba respuesta alguna. 
Solíamos cuestionar nuestros amores y nuestras decepciones, siempre recordando más de lo debido y dejándonos llevar por historias caducadas que no nos permitían aprovechar nuestro momento. 
Cómo empezar algo si nosotros mismos escondíamos lo que nos hacía sentir felices, no aceptábamos que había algo más allá de lo que pensábamos o simplemente no lo vimos. Siento que faltó descubrir mucho entre los dos, decidimos andar sin fijarnos en los sentimientos, pero es inevitable no pensarte, no extrañarte, no quererte. 
Fuimos fuertemente frágiles y eso compensó a olvidarnos de los problemas con un simple abrazo. 
Siempre nos repetíamos sobre nuestra capacidad de ser libres mientras estábamos juntos, elegimos atar al amor y al dolor en un mismo camino sin apreciar lo que se vive en ese transcurso. Fue como tratar de llevar lo irreal y lo imposible a un mundo limitado por enigmas, así lo intentemos jamás sabremos qué fue lo que fuimos.
Jugábamos con las despedidas pensando siempre que aquella era la última, sin saber que luego estaríamos juntos de nuevo y más perdidos que nunca. Hasta que un adiós sin retorno construyó un muro que nos dividió sin quererlo, dejando escapar el amor que un día existió y que hoy muere olvidado y condenado por nosotros mismos.


martes, 22 de enero de 2013

El encuentro

Después de creer que mi pasado ya no sería sinónimo de angustia y de impedimentos, y de aparentar de que nada podía cambiarme la idea de que el ayer ya no era importante para mí, me encontraba nuevamente caminando por las veredas de su casa, pensando en una buena excusa sobre mi inesperada visita. Ya empezaba a caer la noche, a soplar el viento, pero ahí estaba yo, con el miedo a cuestas, con muchos nervios y una serie de emociones que no sentía desde hace mucho tiempo. 
Decidí ir a buscarla para confesarle de que ya no podía continuar engañándome a mí mismo al decirme todos los días de que ya la había olvidado. Ya no había marcha atrás. Y de pronto, todas mis dudas y preguntas desaparecieron en el instante en que volví a ver ese lugar que tantas veces había visitado para poder ser feliz a su lado aunque sea por unos cuantos momentos.
En mis manos llevaba una pequeña carta en donde había tratado de desnudar lo que sentía por ella. La esperanza la tenía colgada de mi cuello, aquel detalle que los dos llevábamos a diario y que nació a los pocos días de iniciar nuestra historia. Ese presente hizo que nos enlacemos de una manera más íntima, más especial, aunque después de haber pasado tanto tiempo esperaba que ella ya no lo llevara más consigo.
Había llegado el momento de arriesgarme, de despojar mis dudas y silencios, de aparecerme una vez más en su vida en un intento de revivir nuestra historia. Toqué el timbre y para mi suerte fue ella quien respondió a mi llamado. Lo primero que hice fue saludarla después de mirarla profundamente durante unos cuantos segundos… Ella se sorprendió al verme, ya había pasado mucho tiempo y creo que no entendió muy bien el por qué de mi regreso. Le dije con mis gestos que aún seguía perdidamente enamorado de ella, que todo el tiempo que viví en su ausencia, había caído en un sinfín de historias absurdas, vacías y sin sentido, exiliadas de una realidad que ya no me pertenecía.
Una amiga cercana a ella me contó que solo se había dedicado a sus estudios. Tuvo muchos pretendientes, pero ella nunca les permitió ser algo más que amigos. Yo tenía tantas cosas por decirle, por preguntarle, pues hace mucho que no sabía nada de su vida. Me hubiera gustado que me cuente todo lo que había hecho en estos últimos meses. Sobre cómo le había ido en la universidad, si había viajado en las vacaciones de verano, ya que solía hacerlo por unas semanas para visitar a su padre, pero mi tiempo era limitado, ya que al parecer ella estaba de salida. 
Fue lindo tenerla cerca otra vez, se había puesto mucho más hermosa, y por esa razón yo me puse más nervioso de lo que ya estaba. No tenía idea de cómo ella iba a reaccionar por el hecho de volver a encontrarnos, así que solo accedió a mirarme fijamente, mientras yo intentaba tranquilizar mis nervios para expresarle lo que por tanto tiempo había callado. Le entregué la carta que había escrito, pero ella, con un ademán de rechazo, no quiso aceptarla. En ese momento no supe qué hacer, pero aún así insistí en que se la quedara. Luego, la tomé de las manos y le dije de la manera más sincera posible que aún no la había olvidado…
Desde la última vez que nos vimos, el cual fue el mismo día en que decidimos terminar con lo nuestro, no había pasado ni un día en que yo no la conservará en mis pensamientos. Después de confesarle de que yo aún la quería, la sentí aturdida, pero decidida. Con cuidado alejó mis manos de la suyas, no comprendí el por qué hasta que hizo del silencio su única respuesta...
Ella ya no era la misma, había cambiado, el tiempo le había hecho comprender de que el amor, a veces, no otorga segundas oportunidades. Pude notar el dolor y la confusión en su mirada, así como la duda que terminaba en ese preciso momento, y mientras yo me desbarataba por dentro, vi cómo desaparecía lentamente ante mis ojos.


viernes, 28 de diciembre de 2012

Te espero

Mi impaciencia se sujeta de una esperanza, de unos ojos que aún no veo pero que llego a imaginar. Te espero mientras escribo versos en tu ausencia no planeada, y voy caminando a solas acompañado de ti, buscando en los detalles alguna señal de tu reflejo. Te veo a lo lejos, a kilómetros de distancia, como un espejismo brillante que se dirige hacia mí, marcando en sus pasos el motivo perfecto para seguir esperándote.
Te espero desde hace siglos, desde ilusiones pasadas y encadenadas a momentos nunca antes vividos. Me acoge un sentimiento que permanece escondido en el alma, que se adelanta al tiempo e intenta imaginar que estás aquí a mi lado, esperándome en la sombra de un mundo perdido por ojos adormecidos y usualmente equivocados. Te espero sin darme cuenta de que el tiempo se detiene, y contrae estas ganas de querer buscarte entre los pasos de una sociedad anclada a la rutina. Mientras la vida continua, yo te sueño y te hago un espacio en el almacén de mis anhelos.
Te espero en silencio y con una serenidad ansiosa de ti. Me paso imaginando tu figura, tu rostro, tus facciones, tus movimientos, sin embargo, eso no me preocupa, porque sé que te reconoceré cuando te vea al frente de mí. Te espero oyendo una voz que nunca antes había escuchado, que pronuncia palabras que juegan con mis vientos y me advierten de que sea paciente, pues cada día que pasa estás más cerca de lo que imagino. 
Te espero mientras trato de espantar estas manías de querer perderme en un sinfín de momentos contigo. A pesar de que mi postura y convicción solo se aferran a la intención de esperarte, el tiempo sigue conspirando para que eso no sea posible. Te camuflas en almas inocentes, vivo mentiras disfrazadas de verdades, y escribo historias en donde aún no existes, pero en las cuales, en esencia, tú eres la protagonista.
Te espero en las costas de mis sueños, en las veredas de mis interrogantes, en la plaza de mi soledad. Sin embargo, se me hace imposible responder a las preguntas de tu futura llegada. Te espero, simplemente te espero, con las manos abiertas y el corazón forrado de una ilusión de acero, y con unas ganas inmensas de amarte y de contarte todo lo que viví en mi locura de esperarte.
Mi tiempo está obsesionado con tu llegada, he guardado días, horas y segundos para cuando llegues. Tengo mil y un frases con tu nombre que todavía desconozco, pero que hablan solamente de ti. 
Te invento cada vez que el cansancio coopera para sentirme solo, y en mi teoría de tu existencia nombro tu vida como el eslabón que necesito para darle vida a la mía. No tengo miedo de morir en mi intento de esperarte, porque más allá de mi vida, habrá un ángel que vendrá para reponerme en mi deseo inmortal en la búsqueda de mi otra parte, que es tuya.
Le he hablado a todos sobre de ti, porque a pesar de que todavía no llegas, algo me dice que muy pronto lo harás, y yo estaré ahí para abrazarte y besarte como si ya te conociera, como si el destino supiera que yo soy para ti, como tú eres para mí. 
Y así seguiré con este afán de esperarte, la desesperación no me llegará a consumir, pues mi ganas penden de un estímulo que se encuentra atado a tu sonrisa que imagino a diario. Aún no te conozco, pero te sigo esperando…


martes, 6 de noviembre de 2012

Tu llamado

Eran las cuatro de la madrugada cuando desperté. Mis ojos eran frágiles por el cansancio, mi latido volvía a recuperar su ritmo y de pronto recordé, entre sueños, que volví a escuchar tu voz perdida en mis recuerdos. Amanecí con pensamientos dedicados a ti, no tenía sentido, hace mucho que en mi mente no eras protagonista. De solo hacerlo los nervios se apoderaban de mi cuerpo, y el temor de volver a verte se reflejaba en mis mejillas.
No entiendo por qué aquella noche tus fantasmas visitaron mi desvelo. Sin previo aviso te adueñaste de la revelación de mis sueños, renaciste en mí y fue allí en donde encontraste estadía. 
Fue un llamado tuyo que se prolongo por muchas noches, alterando y despertando sentimientos semidormidos; por más que trataba no podía escapar de tu aroma, de tu sombra, de aquellos restos de cariño que dejaste en mí. Creí que era libre de tu amor y propenso a buscar una nueva compañía. Pero el tiempo no cumplió el tratado de poder olvidarte, me mintió descaradamente y pintó historias en las cuales me hacía creer que ya no formabas parte de este corazón ingenuo. 
Con el tiempo, por las  noches, tus llamados eran más fuertes e inevitables. Aquellos momentos que fueron escritos con tus besos y que hoy solo leo en mi imaginación, condenan a mi alma a tratar de sobrevivir en un mundo de mentiras e inseguridades. Allá afuera, donde las aventuras dejan un vacío cada noche, mi silencio convoca tu presencia y manifiesto todo tipo de emociones frente a una imagen que conserva la misma sonrisa desde hace siglos en mi mente. 
Mi verdad hoy se viste de mentira, todo lo que alguna vez quise sentir solo se encuentra en ti: en tus ojos, en tu cabellera, en la fragilidad de tu piel y en aquel lugar donde se esconden nuestras almas, perdidas en el limbo del arrepentimiento. Mis ansias recorren un destino que tiene tu nombre, mi cuerpo extraña tus caricias y mis labios sueñan tu regreso.
Pero cómo saber si sigues siendo tú, la chica que conocí una tarde de caos y de soledad... Preguntaré a las personas que nos veían en los parques o en las calles, visitaré los lugares en los que solíamos caminar. Tal vez has cambiado, pero mi subconsciente se rehúsa a creerlo, pues mis ojos y mi mente aún tienen grabado un retrato especial de los días que tú y yo compartimos. 
Ya no puedo esconder toda esta locura que cada día me distancia y al mismo tiempo me lleva volando hacia ti. Vivo cautivado de una luz, de un recuerdo, de un ayer que hoy cobra sentido y me obliga a regresar para confesarte lo mucho que he callado en mi ausencia. Quisiera pedirte perdón, decirte que jamás debí alejarme, que debí escucharte y ser más compresivo cuando te reclamaba algo injustamente. Mi intención jamás fue querer olvidarte. 
Volver al pasado me deja marcas de dolor y de angustia, es aferrarme a algo que debió morir con el adiós que pronuncio un Yo orgulloso y egoísta. Sin embargo, mis motivos cuelgan de tu alma, y en ese pasado perdido entre historias y recuerdos, se esconde un amor que ha resucitado y que hoy quiere regresar, pues sabe que allí te encuentras tú, con el remedio que necesito para poder respirar como lo hacía antes, como en aquellas épocas cuando solía vivir abrazado de tus sentimientos.



domingo, 28 de octubre de 2012

Desasosiego

Tengo el miedo deslizándose por mi sombra, ocultado entre el ayer y en las tardes que hoy se sujetan a un cielo que sigue sin perder color. Aprendo del frío a no ser tan sumiso, y también a volverme inmune ante esas miradas falsas que solo pretenden opacar un alma que oculta en sus pupilas, el veneno mortal del amor.
Fue la noche que sin envidia despojó esas sensaciones, aquel desequilibrio que nos vuelve vulnerables ante cualquier cambio repentino, ante esa intranquilidad que perturba nuestro tiempo, o por el nerviosismo innato de algún adiós sin razón. Y así, la misma soledad como aliada es solo una jornada, un descanso, el silencio que enseña a la conciencia a no desaparecer en nuestro propio recuerdo. 
Hoy el viento no está amargo conmigo, respiro aferrado a la vida, y es que hacerlo reduce la angustia de querer indagar en el pasado para rescatar a aquel hombre que tal vez aún siga con vida. Quizás el cansancio se apiadó de mí, pues las voces que solían llamarme por las noches cada vez se oyen menos. Y entre pasos veo cómo una huella desaparece, en silencio descubro un atajo a orillas del recuerdo, y quizás estás más cerca de lo que pienso, pero aún no me atrevo aceptarlo. 
Suelo pensar en ti y en mis ratos no puedo evitar dibujarte en cada rincón de mi mente. Trato de interpretar tus palabras, pero me pierdo en tus frases, cortas y sinceras. Continuas hablando, te respondo con una voz silenciosa, y mientras la melancolía me seduce, te obsequio la expresión de mi alma: mi sonrisa, y le demuestro a mis fantasmas que hoy soy más fuerte gracias a ti. 
Sin embargo, y a pesar de todo aquello, no quiero aferrarme a este juego injusto que siempre pende de un hilo al estar cerca de tus labios, así como un «te extraño» carente de valor, como una simple frase en la cual no se pueden rescatar los suspiros sinceros del alma.
Cómo saber si tú eres como yo te veo, tan hermosa y a la vez tan sencilla. Tienes el talento para atraer mi mirada y hacerme caer en el atardecer de tus ojos. Sin embargo, la experiencia me dice que controle mis pensamientos y evite fantasear un amor sin siquiera haberlo conocido, pero la duda me gana y me incita a saber esas inquietudes, pues lo único que quiero es descubrir cómo eres por dentro.
Tu tristeza no puede ver el lado amable de mi alegría, se mantiene cegada y oprimida, piensa que es libre pero olvida que es esclava de su propia existencia. Será mejor que lo olvides, pues ya no hay más pretextos que tu propio silencio.
Sin pensarlo veía cómo el tiempo justificaba tu compañía; trataba de agonizar los minutos, las horas, para contemplar, con detalle, momentos que tal vez nunca más vuelva a ver.
Aún no encuentro el modo de poder minimizar la duda, como la falta de confianza que brilla por su ausencia cuando en tus palabras no percibo ningún significado, o tus encantos disfrazados de egocentrismo, tu mirada tan sincera pero a la vez tan indescifrable, me obligan a ahogar mis ganas e ir a buscar un nuevo anhelo.
Parecía fácil pero lo real hizo que mi desasosiego altere mis sueños. Mi única intención fue quererte sin pensar tanto, amarte sin dudar a que me hagas daño, y poder volar nuevamente, protegido con tus besos, enredado en tus abrazos, y guiado por tus ojos para encontrarle color a este mundo tan opaco.
Tal vez me dejé llevar por la falta de compañía, me cegué repentinamente y escondí el temor que prohibía abrir el corazón a alguien más. Y así te descubrí en mi negación de encontrarte, empezamos a jugar a estar solos, me ate a tus locuras e hicimos de la ironía una razón para burlarnos de la vida. Me perdí en tus detalles, en tu sutil encanto, hoy te sigo pensando, pero cada vez menos. Todavía sigues tatuada en mi alma, en mis desvelos, pero estoy seguro que mañana o más adelante, serás sólo un recuerdo.



domingo, 14 de octubre de 2012

Percepción

No reconozco con certeza el lugar en donde ahora me encuentro. El cielo está de un color que no logro descifrar. Percibo, con asombro y pena, que la naturaleza empieza a perder sentido. Y son las calles que cobran una nueva sucursal.
El frío me abraza, me habla, pero la sutil magia de mi piel retrasa su intención. Mis instintos me delatan, me descubren, pero basta con solo quedarme en silencio para descubrir los detalles que alteran y cambian a mi alrededor. Oigo un susurro armónico que se prolonga a lo lejos, allá, donde el ocaso muere en el intento de ser noche y el mar se proyecta como un sueño ante mis ojos, para gritarme algún recuerdo que murió en mi melancolía. 
Mi sombra se esparce en una oscuridad desconocida y deshabitada, mientras que mis interrogantes nacen con un lápiz y una hoja de papel. Mis nervios se rompen y me vuelvo inmune antes algunos sucesos, mis manos se congelan y mis pupilas se dilatan, mi mirada luce cansada, con ganas de dormir y de soñar despierto.
Mi percepción del mundo se hace añicos y se regenera, la realidad cada vez es más absurda, sin sentido, vaga e inquieta. La indiferencia convoca miradas cegadas por el miedo, cautivadas por una causa perdida o por una voz sin decir lo que en verdad siente. Sin embargo, el amor no pierde textura, fluye voraz y verdadero, mientras almas honestas alimentan el futuro. 
Me encuentro perdido en los suburbios, en mi autoridad, en este momento tengo miedo de ser encontrado, miedo a que descubran mi sosiego. Tal vez sea fácil oírme en mi silencio, pues en mis gestos y en mi mirada, se encuentran más palabras de las que podría yo decir. Ahora comprendo que suelo ser frágil, aunque no pretenda serlo.
Tratar de comprender el mundo no es más que una odisea constante, y vivir en soledad es enfermarse de un complot de ideas, como una estafa al inconsciente, o como si se llevaran lo que siento y que entre gritos mi suplicio no se oyera. 
Me siento como un libro perdido y maltratado, con el recuerdo magullado y lleno de historias sin ser contadas. Pero bendecido con un amor de una fortaleza implacable y con frases que cada día se mueren en mi memoria por temor al odio ingenuo de almas inconscientes, débiles al sufragio de mi llegada, pero fuertes al exilio de mi despedida. 
Queriendo interpretar esas voces que juegan a ser verdad, se pierde la claridad en las almas de las personas, y cada vez su piedad es menos. Y como siempre, el más inocuo y vacío testamento ganó la apuesta de la vida, la suerte jugó a su favor mientras que las sorderas del entorno contagiaron la belleza que dejó en sus huellas.
Frente a ese yo que no soy yo, busco en sus miedos, en sus fortalezas, alguna señal de vida, de aliento, pues he conservado en mis pensamientos la razón a las tantas sinrazones que dejé de lado en su momento, para poder morir y revivir en mi propia vehemencia. 
Aunque el sueño y mis ganas no compartan lo mismo, sigo en las mismas vías que solo yo he recorrido, olvidando el pasado que se esconde para aliviar el presente, mi verdad se vuelve ajena a mis locuras que hicieron que me desprenda de la tan infame y villana hipocresía que, entre voces, descubrí a mi alrededor.
Así como las cartas que un día jugué, el resultado siempre fue inesperado. Accedí a almacenar estos recuerdos en hojas de papel, que aunque se pierdan de mí, están ahí, vivos y reacios, esperando a ser leídos o recordados, pues como cualquier juramento, una promesa de vida se esconde en sus párrafos.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Desprenderse

No recuerdo con detalles cuándo fue la primera vez que cruzamos las miradas, creo que todo empezó como un juego, intercambiando palabras, bromeando de cualquier cosa. Frecuentemente y sin proponérmelo, me encontraba contigo, y a los pocos días mi interés por ti empezó a crecer. Te veía diferente, resaltabas ante mis ojos, y ya no podía evitar querer estar cerca de ti. Adoraba caminar a tu lado, conversar de todo un poco, conociéndonos cada vez más y despejando las dudas entre nosotros que aclaraban la vía a un nuevo sendero. 
Era interesante escucharte, responder a tus interrogantes que se daban en tu vida cotidiana, saber tus sueños y las metas que querías alcanzar. Memorice muy bien cada una de tus frases, las cuales siempre llevo conmigo y recuerdo con tanto cariño. Tu risa adorable, tu gran sentido del amor y tu sencillez, fue lo que me cautivó de ti. Si hay algo que valoro mucho es la espontaneidad de las personas, y tú siempre eras así como te describo.
Las llamadas inesperadas que nos hacíamos me dejaban un sabor dulce antes de dormir, sobre todo las largas conversaciones en donde siempre había algo nuevo de qué hablar y de qué reír. Veíamos llegar la noche con un abrazo que para mí era eterno, y las miradas escondidas, aquellas que dicen mucho aunque sean en silencio, así como las preguntas que respaldan el cariño, y los celos, la señal más clara de que cada día pensaba más en ti. 
Fuiste distinta al resto, sobresaliste de una manera que aún no logro comprender, y cada vez que lo pienso, sonrío sin darme cuenta. A veces creo que sé lo que siento, y pienso que es así, pero no es totalmente cierto. Suelo tratar de retratar todo lo que sucede, pero luego aquella imagen solo se vuelve un recuerdo, a veces alegre por haberlo vivido, otras triste por no seguir viviéndolo. Llegaste a mí en un momento en donde yo no tenía nada claro, en donde solo andaba por andar y dejaba que mis pensamientos me guíen y mis textos relaten mi futuro. Mi pasatiempo era volar de vez en cuando, pero desde que te conocí, lo hacíamos juntos sin mirar más allá de lo que yo ya presentía.
Mi soledad, que aunque por aquellos días se empezaba a desvanecer, aún me mantenía acostumbrado a esa condición, que cuando sucedió lo nuestro fue tan raro, tan tierno. El sentimiento ya tenía otros planes, moría por aferrarse y ser parte de una nueva historia. Sin embargo, yo sabía que no era el momento adecuado, y aunque no tenía claro el por qué, accedí a aquel refugio de mi ausencia y volteé la página cuando recién íbamos en el primer párrafo de nuestro relato. 
A pesar de eso, mis pensamientos seguían pendientes de ti, me dolió mucho seguir mi camino solo, sabiendo que podía hacerlo abrazado de tu compañía. Pero, ahora, viendo las cosas con más calma, creo que fue porque sentía algún miedo. Y aún sabiendo que eras muy sincera conmigo, algo me hizo retroceder y quedarme en donde había estado por mucho tiempo. 
En la vida solemos cometer errores, y dejarte ir fue uno de esos. Aunque también lo hice porque no me sentía listo, habían muchas cosas que quería arreglar conmigo, quería recuperar el equilibrio que había perdido en mi vida, y yo tengo claro que cuando quieres amar lo haces cuando te sientes listo, no cuando te sientes solo. Y eso fue lo que pasó. Dejé que vueles con mi alas, decidí dejar volar este amor que se llevó una parte muy grande de mí, pero que dejó un lecho fértil para que más adelante tú seas feliz con alguien más.
Sé que quizás fui un poco egoísta, sé que no debí desprenderme de ti si recién el futuro nos abría sus puertas. Pero yo, en un arrebato de locura, con razones y sin ellas, decidí cerrarla, pero sin seguro, porque quizás en algún momento te vuelva a encontrar, y tal vez nuestras vidas se enlacen de nuevo, porque, quiero creer la posibilidad, de que tú aún también me recuerdas.

domingo, 5 de agosto de 2012

Amor pasajero

Continuo con el mismo engaño que solo aflora entre las más sórdidas y escondidas manías de respirar compañía. Me abasto con el calor de tus manos, pero no alteras mis emociones. No pienso cada paso que doy, solo me dejo llevar y encarcelar por tu mirada. Contigo vivo un futuro opaco, una aventura de momento, aquellas que nacen hoy y mueren mañana con una simple despedida. 
Busco entre tus besos alguna esperanza para invocar mis sentimientos en los rincones más desiertos de tu alma, de albergar mi amor en tus sueños y descubrir que eres diferente al resto. Sin embargo, hoy estás conmigo compartiendo un mismo destino y mañana solo somos dos perfectos desconocidos.
Detesto absolutamente todo este cuento que carece de motivos, todo este juego ingenuo y masoquista que pretende reemplazar lo que alguna vez sentí, lo que es tan difícil de explicar a voz emotiva, lo que solo puede ser descrito por la poesía a puertas del enamoramiento. 
Hoy en día me visto de ironía para evitar el lado oscuro del amor aunque también me pierda de sus más gratas alegrías. No es fácil ocultarse y ser invisible ante toda esta magia que resulta ser solo un espejismo de lo que anhelamos sentir. No es fácil encontrar un alma que seduzca a mi soledad hasta llevarla kilómetros de mi vista, para así descubrir un corazón perdido entre las apariencias y ante el olvido. Y aunque el cambio le afecte por completo, por ahora no deseo algo como eso, por ahora ella es mi más confiable amiga. 
Sentirse acompañado y a la vez tan solo, es sinónimo de dolor, de vacío, de ausencia. El miedo de estar así cada vez es mayor y menor en cierto grado, pero como tantas cosas en la vida, saber cuando llegará el amor es algo impredecible.
Morir soñando sería morir enamorado, y al mismo tiempo sería inmortalizar tus sentimientos, pues cuando llegas a amar, completas el círculo espiritual que tu alma necesita. 
De manera hipócrita ya no hay penas, no hay reclamos, no hay lamento alguno que juzgue tus acciones. No hay dudas, no hay engaños ni traiciones, solo hay un lazo abierto que pretende unirte al silencio de un ser sutil y ajeno a tu realidad, y si tu frialdad no resiste a los encantos que hay detrás del cariño, descubrirás inconscientemente una nueva ruta que jamás pensaste en recorrer.
Buscamos la alegría en las virtudes que nos ofrece el afecto de aquel ser especial, pero nos cegamos con un gesto o una simple mirada, no nos toma ni un segundo en pensarlo, pues ya estás ahí, de nuevo, con la ilusión a cuestas, arriesgando lo que sientes con alguien que desconoces, con un amor de aquellos, con un amor farsante, con un amor pasajero…
Este es el amor condenado a morir en la más suculenta y desapercibida agonía, es solo un pasaje, una simple apatía. No debería ser llamado amor, pues, no es más que una ilusión que se pierde con los días.


martes, 10 de julio de 2012

Invierno

Me cohíbe la angustia y la soledad del invierno, la lluvia incontrolable me aturde y el insomnio no me deja dormir. Me secuestra el pasado, me reencuentro con ella. Soy un rehén ante sus ojos, me envuelvo otra vez en sus caricias, en sus palabras, y en esa forma tan peculiar y única que tiene de prolongar mi sonrisa. 
Te sigo escribiendo, en secreto, deliberado, bajo la sombra de este árbol desconocido y a la vez solitario. Donde sea que me encuentre mi intención es la misma, busco la forma de perderme a solas, de exiliarme del mundo para plasmarte a través de algún pensamiento. 
Me escondo del presente al convocar tu vivo retrato, limpio, noble, y te hablo, ajeno, cuando el silencio es mi único sonido. Todo es tan vivo, tan intenso, que siento que me dices al oído los momentos que los dos hemos creado, y me encadeno a ese instante, con tus besos que son mis llaves y la luna de testigo, y a este amor que ya tiene vida propia y que se rehúsa a morir en tu exilio inesperado.
El tiempo no ha reflejado tu ausencia, ni la mía, ni la nuestra. Yo sigo recordando, ocultando sentimientos, pensando en los motivos y posibilidades que hubieran existido si mi letargo no hubiera impedido el comienzo de esta pesadilla que enfría cada una de mis emociones. 
A oscuras me digo: «Sigue, nadie te ve, solo tu consciencia te aconseja, aunque tú evades sus avisos. Ponle freno a esta historia, ponle fin y no la escribas de nuevo».
Con calma me deshago de aquellos escritos en donde retraté, con la inocencia de un corazón joven, los recuerdos de un entonces que ya caducaron. He desgarrado con ellos el alma de lo que un día existió y que te entregué a escondidas.
Sigo aquí, despojando mi delirio, mientras tus labios aclaman por otros besos y mi lamento no deja de soñar con tu ansiado regreso.
El lado más triste se congela con mi añoranza, convergen la ansiedad y cada uno de mis temores. Atrapado en el túnel de tu juego me vuelvo débil, indefenso, solo queda adaptarme a tus reglas, a tu sutil manera de desaparecer cuando te veo. Todavía no puedo romper ese lazo que me mantiene atado a ti, sigo con la esperanza en mis manos, con la señal en tus veredas y con una voz que no se calla y repite constantemente tu nombre.
Este engaño que me hace la vida no ha narrado con la verdad ni con detalles, la historia que alguna vez refugió, en su calor, el amor y la dicha que no dejaban ver el otro lado del camino. Hay algo más allá que nunca lograré saber, hay tantas preguntas pero pocas respuestas. Hay tantas locuras de mi parte, tantos hechos que estoy seguro aún recuerdas. Hay un puente en mis sentidos que no quiere romperse ni sentar cabeza, tal vez exista un corazón ajeno que cambie el rumbo de todo lo vivido, y que haga que el dolor no sea más que el fruto de la experiencia.
En mi pudor y en mi sosiego conservo la magia y la realidad del alma de un momento que, hoy, es fantasma en tu indiferencia, pero que sigue viviendo en la herida de mi nostalgia. No comprendo cómo pudiste olvidar que mi consuelo iniciaba en tus manos y en una sola mirada, ya no hay sol en esta época del año, ya no hay luz que abrace este amor que tengo ni algún motivo en el cual creer, ya no respiro como ayer, ya no consigo ser el mismo de antes...
Cuando tengo la dicha de verte siento un frío en cada una de tus palabras. Me contengo en silencio y refugio mi vehemencia, y aunque mi conciencia no se canse de negar lo evidente, la realidad me dice que ya te perdí.
Y en este invierno que necesito tus abrazos, tus besos y tu calor tan milagroso, he perdido el orden en cada uno de mis pasos, me he salido del camino, he perdido totalmente el control, ya no tengo un equilibrio, ya no puedo volar como lo hacía antes. Contigo dejé mis alas, ya que por más que las busco no las logro encontrar.
Cada vez que siento una ilusión como en aquellos días, me caigo, el peso de tu recuerdo es el culpable, es infinito el golpe, el daño inmerecido. La soledad siempre está presente, la melancolía es solo una amiga que perdió la suerte, y yo, una vez más, me encuentro escribiéndote bajo este árbol en donde te besé y te abrigué con tanto amor cada noche de este frío y ahora, solitario invierno.

sábado, 30 de junio de 2012

Soy

Soy el punto de partida que no ve el final, que descubre un nuevo camino para volver a empezar. Soy la sombra de tu vida con la intención de solo ser un ángel más. Soy ocaso de palabras, una señal intermediaria en la cumbre de tus ideas. 
Soy mis días de noche, el cuento que nadie ha leído, la historia que nunca pasó. Soy el libro que anhela ser escrito, el dibujo que aún no ha sido ilustrado, el sueño que no se ha soñado, la muerte que aún no encuentra solución. 
Soy el mar que espera abrazarte, la ráfaga que va de prisa, la promesa que se cumplió. Soy el viaje que no tiene retorno, la espera sin paciencia, el frío en el verano, el calor en el invierno. 
Soy un mendigo con sentimientos de oro, soy un teatro vacío aplaudido por cada acción detrás del telón. Soy la respuesta a todas tus dudas, a cada una de tus interrogantes en los delirios del corazón. 
Soy la alfombra que cuida tus pasos, la medicina de risa en tus momentos de enojo y de arrebato. Soy la esperanza perdida que abandonaste por alguna decepción que te mantiene atada al pasado.
Soy el silencio en tu voz, en tu ira y en tu exilio después de cada perdón. Soy el miedo que no intimida, la gota de lluvia que apaga el dolor.
Soy el juego que nunca termino, que dejo a medias y luego olvido. Soy una estatua, callada y observadora, firme y con un testamento de momentos y de recuerdos. 
Soy el canto que mi mente grita por las noches, tan fuerte y callado que invoca a la reflexión. Soy el eco del viento y el parpadeo después de cada sorpresa. Soy esclavo y juez de mi propia conciencia, amo de lo que siento y súbdito de mi tristeza.
Soy un soñador de día y creador de historias por la noche. Soy un alma cansada de batallas sin honores, de cuentos y mentiras que la incitan a volar a otros senderos. Soy libertad en mi pensamiento, el color de la verdad, y la mirada eterna de un amor inmortal.
Soy la moneda que te da algo a cambio, soy un sueño del ayer, un recuerdo nublado. Soy el fantasma de un amor abatido, soy el miedo en un puñal con el dolor en el olvido. Soy esa metáfora que te deja pensando, soy alegría, soy llanto. Soy el ángel o el diablo, como el mismo edén o el mismo calvario.
Soy aquel adorno que nunca miras, que anda escondido esperando compañía. Soy esa frase que siempre recuerdas, que te devuelve las ganas y en tu mente conservas.
Soy las huellas que dejo en el camino, las marcas que me hice sin recordar que ese mismo dolor ya lo había vivido. Soy ajeno y amigo de tus abrazos, de tus besos y de las formas de enamorar que demuestras sin pensarlo.
Soy el duende de tu inocencia, el compañero invisible que aún recuerdas. Soy la piedra que salta por los ríos, el horizonte que no veo y luego imagino.
Soy un principiante amigo de la suerte, un heredero de misterios y de momentos no vividos, de historias sin final y de versos infinitos. Soy el enigma encerrado en tus pupilas, los gestos que conservas después de cada despedida.
Soy un cómplice de la luna, un intruso de la noche. Soy esa nostalgia cuando el ejército de estrellas adorna el crepúsculo.
Soy un texto perdido entre hojas muertas, un poema que escribí de niño cuando la inocencia se dejaba llevar por el sentimiento sincero de enamorarse a primera vista. 
Soy un muérdago en noche buena, soy esa luz de la condena. Soy esa corriente de las olas del mar que arrastra lo bueno de la vida, dejando los pesares a cuestas de la orilla. 
Soy aquel contrato que debo cumplir, con la única ley que son mis principios, y mi firma mis acciones que despojo a escondidas entre la continua rutina de almas desconocidas.
Soy lo que he leído, lo que he escrito, soy lo que he esperado, soy lo que he soñado…