domingo, 18 de agosto de 2013

Incertidumbre

Las historias de amor suelen repetirse y reemplazarse con el tiempo, las heridas sanan, dejan huella y seguimos viviendo, descubriendo, de a poco, lo bello de las dichas y lo necesario que es, al final, vivir el infortunio. Pero hay algunos amores que se recuerdan con más intensidad por dejar en sus momentos restos de esperanza después del supuesto y farsante olvido.
La conocí en el momento indicado, justo un poco antes de caer en la locura que incita el inesperado desprendimiento. Jamás voy a olvidar cuando llegó así de repente, sin aviso. Fue como un pacto ocasional de miradas, un secreto a voces de ironía para no adelantarnos al tiempo, el cual nos unió cuando más nos habíamos alejado. 
Recuerdo mucho de ella: su peculiar desorden, su falta de atención y su alegría a pesar de las desdichas. Fueron muchas las causas que me hicieron verla diferente al resto. Más allá de toda su belleza exterior, me cautivaron sus pensamientos, sus frases de intentar conocer la vida desde un punto de vista real y a la vez ficticio como se cuentan en los libros o en las series de amor que sintonizan en canales desconocidos.
Y como toda causa que tiene su efecto, me vi perdido de tal forma que no imaginaba ni un día sin saber acerca de su paradero. Mi pasatiempo era tenerla cerca, mirarla y decirle todo aunque ella no supiera nada. Era incomprensible y a la vez sincera mi intención de lograr algo más con ella, pero era tan hermosa que las dudas siempre rondaban con respecto a su perspectiva sobre los sentimientos. Sin embargo, pensarla me tranquilizaba, me ofrecía libertad y amor, a pesar de que toda esa fantasía la llevará solo en mi pensamiento.
Olvidé amores que no me hacían sentir de la manera que yo quería. Estaba decidido, trataría de cambiar las cosas, de mostrarme más como el que ella quería, como el que yo en realidad era pero que no daba muestras de aquello. Verla era suficiente para darle vida a mi esperanza, adoraba el juego de descifrar sus palabras, y todavía hoy sigo sin recobrar el asombro que ella tenía de sonreír a pesar de sus desdichas. Admiré mucho su fortaleza ante las adversidades que la perseguían y no la dejaban mostrar una sonrisa más real y sincera. Su timidez tenía dos lados: hacer cosas que no pensaba hacer, pero que al final las hacía para evitar lo que le provocaba ese momento. Era muy curioso, quizás ella no se daba cuenta, sin embargo, yo siempre estuve al tanto de eso. Llegué a conocer lados de ella que nunca se atrevió a mirar y tal vez fue por eso que me enamoré como un loco estudioso de su alma.
Hubo veces en los cuales nos distanciamos mucho, ella seguía con su vida y yo con la mía, pero siempre coincidíamos en el momento exacto, cuando por más de una ocasión perdíamos la alegría que al hablar nos caracterizaba. Nunca faltaba ese toque de amor inocente y fugaz en cada una de nuestras conversaciones, nuestra locura se llevaba perfecta y presumida. Teníamos las típicas discusiones casuales y de toda clase de boberías, las cuales siempre terminaban con un gesto cómplice, que si no era de celos, era de alegría. Solíamos distraernos y acercarnos por la magia de los libros y la euforia de la música, nos contradecíamos y sacábamos en cara a nuestros artistas y escritores favoritos, dado que muchos de ellos coincidían y otros muchos no… Sin embargo, aprendimos a apreciar el mundo de cada uno. 
Nuestra historia se dio en silencio, a espaldas de aquellos que nos conocían. Las palabras no existían, los besos hablaban por nosotros, pero la incertidumbre nos golpeó el alma, nos enveneno de rumores y perdimos lo que más nos costo tener: la confianza. La discordia entre nuestros corazones se dio por la falta de expresiones sentimentales, y decidieron quedarse callados, alejados de sentimientos inoportunos y dudosos por no haber tratos ni documentos de un amor que caminaba confundido y en diferentes direcciones.
Es imposible evitar recordar aquel romance a pesar de las aventuras que gobernaron mi tiempo después de su olvido, esa tarde del primer beso me mantiene atado a su boca, al tiempo que compartimos y que nunca nos dimos cuenta. Y me repito entre memorias y recuerdos que no hubo victorias, que los dos perdimos. Tú tan precisa en tu ausencia, yo tan torpe en mi exilio...
Hay tantas cosas que todavía recuerdo y que yacen como un puñado de arrepentimientos certeros por emprender un viaje al lugar donde habitan los amores perdidos. Quizás fue nuestra culpa al dejarnos llevar por las máscaras oscuras del amor a medias, del amor sin condición y de sentimientos oprimidos. No estoy seguro si algún día recapacitemos y odiemos, no solo en teoría, sino en práctica lo que nos alejó sin motivo, para llevar nuestros recuerdos de la mano y hacerlos vivir nuevamente, como tal vez sugiera el destino.

martes, 2 de julio de 2013

Buscándote

Te busco sereno y a la vez desesperado, confirmando mis pasos detrás de un fantasma, de un recuerdo, pero mi intento pierde fuerzas y no apareces. Sigo con la vista al aire, con el corazón entre el alma y el cuerpo esperando una señal que le de alas a tu existencia, a tu anhelado regreso.
Camino desconcertado, emocionado y ajeno al presente. Empiezo a descifrar las huellas que dejaste por las veredas de tus calles y siento que algo se asoma, respiro un instante y quedo en total silencio. Pero me equivoco, solo era una sombra, un espejismo por mi desesperación de encontrarte. Sin embargo, algo me dice que has vuelto, pero te escondes, niegas demostrarme tus intenciones más profundas y desapareces sin darme la oportunidad de verte. 
Camino lejos, grito como un loco y no respondes, miro por los balcones, te busco en los parques más visitados y poco conocidos, pero no hay rastros de ti ni de mí. No pierdo la esperanza porque sé que voy a encontrarte. Por eso te busco, para evitar que te alejes y me dejes con esta soledad que poco a poco me envenena. Y a pesar de que todo parezca estar en mi contra, mi intento aún sigue en pie, pues si dejara de hacerlo no merecería ser parte de tu vida. 
Continuo y mi desconcierto me hace pensar en mil lugares para ir a buscarte. Tal vez solo esperas a que llegue la noche, pero eso no me impide buscarte pues hoy el tiempo es mi mejor aliado. 
Las horas pasan y mi cuerpo luce cansado, pero aún con ganas de buscarte, de seguirte con la mirada, de llamarte con el corazón. No iré a ningún lado hasta encontrarte, pues te veo y desapareces y escucho entre el ruido una voz que me guía; quizá solo intentas distraerme un rato para ponerme a prueba... 
Camino pensándote y al mismo tiempo voy convirtiéndome en un ser irracional. Acelero el paso cada vez que siento tu presencia, pero empiezas a alejarte y los recuerdos hacen que me apresure. No me canso, actúo por instinto, mi mente ya no razona. Te busco entre la gente, por los rincones más nostálgicos y bohemios de la ciudad. Te veo impresa en el aire, pero te vas con el viento, no me detengo, sigo buscándote. Estoy seguro de que has vuelto, de que has regresado para salvarme de este infierno, de esta realidad que no tiene sentido. 
Corro como un loco, esquivo a los autos, la gente me grita y me mira con cólera. No me importa, ellos no saben cuál es mi intención, solo se pudren en su rutina, su vida amargada se refleja en las calles intentando sobreponerse a los demás, pero evito distraerme pues sé que cada vez estoy más cerca de ti. 
Camino perdido, mirando a todas partes, sin comprender cómo fue que llegue hasta aquí. El cansancio me pretende, pero hoy nada de eso importa, tengo que enfocarme y encontrarte, hay tantas cosas que no te dije y que quisiera contarte. 
Con el pasar del tiempo mis ganas son más fuertes. El sol está a punto de irse, no tengo problema, te vi muchas veces en las noches, sé que puedo reconocerte... Estoy en una plaza, tal vez las personas podrían ayudarme, tal vez te conozcan, pero en mi estado no creo que me hagan caso, mejor sigo por mi cuenta. 
Veo una cabellera que brilla en la oscuridad, ¿será ella? En cuestión de segundos el corazón me empieza a latir como nunca antes. Te he buscado por horas, ojalá seas tú... Pero no, no hay nadie. Toda la calle desaparece, ya no hay gente deambulando afuera, ya casi es de noche, no lo entiendo, me rehúso a pensar que te perdí de vista. Tal vez me distraje, pero mejor sigo buscando, pues no voy solo, todo el trayecto he estado contigo. 
Ya no pienso con claridad, el cuerpo y la mente me piden un descanso, «no lo hagas, perderás más tiempo, si se va ya no sabrás cuándo volverás a verla, continua, no desesperes, intenta mantener la cordura, llevamos horas buscándola y ya estamos cerca», me lo dice una voz interna. 
Llego a un puerto, el frío empieza a hacer efecto en mí, desde aquí puedo ver el mar pero no he venido para ver ese espectáculo. Sigo dando vueltas, veo muchas personas salir de sus autos, la vida nocturna empieza, «no te distraigas, recuerda por qué estamos aquí: por ella», me digo. Pero mis piernas parecen ya no dar más, mejor regreso, tal vez volviste donde empezaste, no importa, no es muy lejos, ya conozco todo el camino, además pensarte recobra mis fuerzas y me hace olvidar el peso de las horas. 
Camino consciente, algo me dice que ahora sí te veré. Continuo en mi búsqueda y empiezo a recordar fechas, frases y momentos, y sin darme cuenta ya estoy muy cerca de donde empecé a buscarte. Tal vez me estás esperando en el parque de siempre, sí, eso debe ser, no te preocupes, ya voy llegando, no sabes cuánto te he esperado. Todo luce tranquilo, veo el parque vacío, callado, es como si no tuviera color, «qué extraño» me digo. Pero sigamos, quizás está sentada donde siempre. 
Empiezo a ver con entusiasmo todo el lugar, queda muy poco del cielo azul, y de un momento a otro todo se pone oscuro, pero creo lograr verte. Sí, eres tú, el alma me vuelve al cuerpo y me acerco. No puedo creerlo, ¡en verdad has regresado! Camino impaciente, con miedo, con nervios y con un conflicto de ideas en mi mente. Llego y me siento a su lado, ella sostiene mis manos y entre susurros me dice: «Sabía que vendrías». Y le respondo: «Jamás te dejaría, por favor, no vuelvas a ausentarte. Pero si decides hacerlo, ausentémonos juntos». 


domingo, 9 de junio de 2013

Agobio

Es imposible esconderte, arrebatarte de esta memoria que diagnostica tu nombre casi a diario, que te recuerda constantemente y se vacila entre las horas para herirme durante mi jornada, y que solo le provoca un miedo, una atadura a punto de romperse con el don de repararse con su misma fuerza, con su extraña capacidad de revivir emociones, pero que no siente, que no piensa, que no existe, y que solo atormenta y rejuvenece en el momento menos esperado.
Esa clase de histeria agobiada por la pérdida de un presente que olvida su camino, que pretende ilusionarse para volver a caer, y que ya no se sostiene de nada, que solo busca pero no encuentra, que empieza y no termina; no hace más que apaciguar el arrepentimiento de haber soltado aquellas manos, y se refugia entre historias que se olvidan con los días, entre aventuras de instantes o de noches de encuentros, entre hojas, entre libros, entre la soledad y la compañía.
Aquella locura me obliga a inventarme una ruta inexplorable, cansada, animosa y luego traicionera, que recuerda pero no olvida, que intenta pero se rinde, y se confunde con la oportunidad de dar un paso atrás para olvidar lo vivido y empezar de nuevo, sabiendo a ciencia cierta que así no funcionan las cosas. 
Este invento, tu invento, el mío, es solo un sentimiento masoquista que tiene vendas en los ojos y pronuncia una esperanza; que no compite con la realidad y se aferra a puertas entrecerradas, robándose lo que da y que no espera recibir, prohibiéndose vivir para congelar el tiempo, e intentar predecir el futuro, entre el tumulto de la vida, de los sueños, y de esa idea que siempre llega tarde con las ganas atrapadas en el alma, de algo que ya está muerto y que ya no resucita. 
Esa manía de ver todo en tiempo lento lo entorpece, lo juzga, lo pretende, y lo inmuta y lo enfurece por el temor de algo que está escondido, y que lo incitan a despojarse de sus instintos para salir en busca de ese motivo tan íntimo, de esa belleza llena de veneno, de esos besos en labios asesinos, con la intención de rescatar aquel cuerpo que se suicidó por el amor, por la alegría, y para acabar con la duda de saber si logró sobrevivir a ese cuerpo que un día tapizo el suyo, que fomentó la libertad y la unión, pero que luego confundió cada uno de sus sentidos, en forma de orgullo, de misterio, de noches largas, vacías e inmerecidas por el tiempo…


martes, 14 de mayo de 2013

Desunión

Comenzó a ocultar su rostro agobiada por el arrepentimiento, y en medio del silencio que nos abrazaba, hizo del aire su cómplice para poder usar su cabellera como escudo y así evitar mirarme fijamente a los ojos. 
En ese momento comprendí que lo mejor era esperar su respuesta a pesar de sentirme esclavizado por las dudas, no quise forzarla y accedí a escuchar con detalle cada uno de sus argumentos.
Ella creyó saber muy bien lo que hacía, pensó que aquel romance prófugo sería una fuente inagotable de amor, olvidándose poco a poco de una bendita realidad que era conformada por mí y por la que alguna vez fue ella. 
Desde ya sus pretextos habían caducado, sus lágrimas de cristal, sus perdones llenos de ironía, eran una excusa, una de sus tantas mentiras. Y pensar que más de una vez me desviví, perdí y dejé todo por ella, solo para recibir de su parte esta noticia tan cruel e injusta. 
Ya no había un estímulo con el cual yo pueda seguir amándola como antes, el silencio que dejó su ausencia se había llevado el amor que le tenía. Y por más que intenté mantenerla conmigo, ella poco a poco desaparecía en los brazos de otro.
En un principio no entendía su recelo hacia mí, tampoco su indiferencia cada vez que estábamos juntos, yo no sabía ni imaginaba que ella se veía con alguien más. 
Después de conocer con detalle toda esa historia alterna por parte de ella, aquel tipo con el que se encontraba a escondidas, resultó ser uno más del montón, un casanova, un mujeriego. Se dejó llevar por la frescura en sus palabras, por su seductora apariencia y la total seguridad que él le brindaba al sentirse sola por mi alejamiento inconsciente. 
Jamás creí que ella sería capaz de hacer todo lo que me llegó a contar, en sus labios gobernó la hipocresía marcando así un límite entre mi realidad y lo certero, alegando lo injustificable, el tiempo supo terminar con su juego en el cual ella también perdió.
Sus encuentros se daban cada vez que en nuestras bocas se desvestía la indiferencia, y esos eran los momentos en los cuales él aprovechaba su confusión para mostrarse como un alma protectora. Él sabía que ella tenía a alguien a su lado, pero eso no evitó a que la seduzca hasta el punto de quitarle las ganas de seguir estando conmigo.
El tiempo vio pasar mi angustia, mis constantes llamadas después de cada discusión, mis mensajes a media noche o en plena madrugada, y mis cartas que descubrían mi lamento por ya no tenerla conmigo. No quería aceptar que ella se alejaba, pero su silueta se desdibujaba con cada día que pasaba, y a pesar de todos mis intentos, ella no quiso escucharme y me dejó sin respuestas y sin señal alguna de su regreso. 
Su sombra me hacía ver como otro cualquiera, como un desconocido, mientras ella caminaba de la mano con aquel tipo por los lugares que antes visitábamos con tanta emoción. ¿Qué habrá pensado ella en aquel entonces? ¿Qué fue lo que la impulsó a ser mentira en cada uno de sus actos? En un comienzo nuestra locura nos llevó más allá de lo establecido, los besos firmaron el trato de amor, pero cegado por la magia, el tiempo pasaba y la falta de confianza, las diferencias, los celos y las peleas absurdas nos desunían y aniquilaban la ilusión que nos llevó a empezar con esta historia. 
Recuerdo aquella noche cuando la vi bailando con sus amigas en una discoteca muy conocida de la ciudad, robó mi atención de tal forma que mis ojos se perdieron en ella, y sin dudarlo me le acerque para invitarla a bailar. Mientras nos dejábamos llevar por la música conversábamos de todo un poco, tomábamos uno que otro trago para sentirnos más libres, y fue así como empezamos a vernos más seguido, y con el tiempo una nueva esperanza se extendía entre el horizonte y nuestro destino. 
Ya no pedía más, tenía buena salud, un buen trabajo, buenos amigos y la chica más hermosa que jamás había conocido. Todo era perfecto, ya no recordaba mi pasado después de conocerla. 
Gracias a ella los días comenzaron a ser distintos, tenían un sabor dulce cada vez que la veía, y del mismo modo el sentimiento recorría con más intensidad nuestros corazones. 
Todavía recuerdo con nostalgia esos días de amor que juntos pasamos, y sigo sin creer cómo pudo prolongar su mentira por tanto tiempo. A veces trato de buscar el momento en donde empezó su juego de amar a alguien más a escondidas, mientras el dolor y el miedo de perderla me visitaban a diario. Tal vez no fui el chico perfecto o el que ella quería, pero mis promesas fueron sinceras, sobre todo mi fidelidad y sentimientos por ella. 
Ya ha pasado más de un año desde que estuvimos juntos, no ha sido fácil continuar, su recuerdo ha llegado a debilitar mi alegría, aquella que perdí el día que me dijo adiós al lado de ese tipo que le hizo creer que la quería tanto como yo.
El amor es un arma de doble filo, todavía me hace daño el solo pensarla, y hoy, después de mucho, me encuentro frente a ella. Es extraño tenerla cerca otra vez, es como viajar a través del tiempo y recordar todo lo que vivimos juntos. Sin embargo, ya no puedo verla del mismo modo, aunque sé que aún siento algo, no es lo suficientemente fuerte para olvidar lo que hizo. El puente que nos enlazaba ya no puede ser reconstruido, el cielo que nos veía ha perdido toda su textura, se ha quedado sin color... 
Acepto que me duele verla devastada y engañada por parte de aquel tipo que lo único que hizo fue jugar con ella, robándose lo que tanto amé y haciendo que olvide todos nuestros sueños. 
Aunque debí sentir rencor por todo lo que hizo, no fue así, aprendí a perdonar, pero eso tuvo un costo muy grande el cual hoy en día sigo pagando, y fue a desconfiar de las personas. Pero a pesar de ello, decidí continuar con mi vida, rompí todo lazo que me mantenía atado a ella para así poder empezar otra vez, olvidándome del miedo que me asechaba cada vez que intentaba buscar un corazón de nuevo. 
Pero allí estaba ella, intentando reparar con palabras lo que no hizo en su momento. Ya no bastaba que hoy sea sincera conmigo, ya no era necesario pues el tiempo fue clave para aliviar el dolor que inconscientemente selló en mí y también para olvidar el amor que un día me hizo vivir por ella. 
A pesar de todo lo sucedido, nosotros pasamos momentos muy intensos que difícilmente se viven dos veces en la vida, por eso ella jamás se irá de mi corazón, ni de mis pensamientos y aunque me olvide de sus besos, de sus caricias y de todos los momentos que compartimos juntos, con el tiempo dejaré de acostumbrarme a ella, mas no la voy a olvidar.



lunes, 22 de abril de 2013

Noción

Puedo hablar con respecto a algunos paradigmas, analizar sobre mi adicción a dichos paisajes y mundos lejanos a este, a la soledad, al frío, a la noche, a la melancolía. También podría hablar sobre aquellos ambientes comunes en esas historias extraviadas, perdidas en un desván de recuerdos, de olvidos y de momentos recopilados y cristalizados por las heridas que provoca el desamor al final de un encuentro. 
Hay veces que en mi desasosiego pierdo las esperanzas y las ganas de ser protagonista del amor en la vida, y es que ver a las personas olvidarse mientras desangran la pena, es consumirse en una desolación ajena e inaceptable. Y así mismo, trato de entender su peculiar interés por buscar respuestas, pues aunque suene algo increíble, aquellas soluciones se encuentran frente a sus ojos, pero se ciegan y evitan saberlo. Se han acostumbrado a ignorar con certeza dicha fuente de alegría, refugio nocivo para aquellos que solo necesitan volar y sentirse libres, así sea en su propio pensamiento o en su propio jardín de ideas y de memorias. 
Lo más peligroso en esta vida siempre ha sido vivir, no existe algo peor o similar a eso. Sin embargo, uno tiene que arriesgarse, continuar a pesar de todo y no quejarse ni doblegarse, pues perder el temor es sinónimo de valor, de fuerza. 
Deseamos la suerte cuando en realidad esperamos que nunca se nos escape de las manos, al igual que esas equilibradas supersticiones que se adhieren a nosotros, a lo loco o por creencia, y que va enlazada a una historia que quisiéramos cambiar. 
Es como la verdad que nos hace pensar, reír y llorar, o como aquellos inocentes en el amor que se sienten abrumados por contradicciones de voces desalmadas, por cuentos de ensueño y milagros que solo se encuentran en sus manos, en melodías de una noche, en amores pasajeros, en instantes olvidados, y en un sinfín de miradas y abrazos que ya no regresan.
Quién puede valerse de un solo corazón, como si este eligiera sentir, pues nadie lo obliga a estar ilusionado ni confundido de ironías, o de un sarcasmo hiriente y al mismo tiempo creíble. 
Y así podría seguir con este arrebato, con este frívolo enfoque hacia un camino roto, hacia un puente quebrado, o a un parque abandonado por amores perdidos. 
Hay palabras en hojas consumidas por el fuego, silencios en bocas equivocadas y sentimientos en oídos ilusos. Hay recuerdos grabados en la Luna y perdidos en el tiempo, en ese tiempo que no se detiene: horas, minutos, segundos, nada, somos esclavos y no nos damos cuenta. Las nubes, el cielo, el espacio, todo cambia. El temor, los rostros, la pena, los enamorados, las intenciones, los gustos, las mentiras, las verdades, las ilusiones, los amores. 
De vez en cuando es bueno mirar hacia uno mismo y olvidarse de todo lo que nos rodea, desvestir tus miedos y reclamar a la vida, juzgar y condenar al tiempo, y rechazar todo tipo de costumbre, toda clase de conducta que nos han impuesto. 
A veces es indispensable conservar tu silencio, hasta que llegue el momento en donde tengas que darlo a conocer y despertar, y seguir, caminar y vivir como lo estás haciendo, como lo hiciste, mientras aprendes del recuerdo y olvidas todas las desdichas, todo el pesar que provoca lo malo. De vez en cuando tómate un respiro y admira a la vida, y recuerda todo lo que te ha enseñado. Nunca dejes que nada ni nadie te cohíba ni te haga sentir menos, sé libre en tus acciones y en cada uno de tus pensamientos.

sábado, 30 de marzo de 2013

Olvidarte

Buscando la forma correcta de romper esos pactos que a ciegas nos hicimos, descubro entre preguntas que olvidarte es mi intento constante, pues es lo único que necesito para empezar de nuevo. 
Olvidarte es enseñarle a mi mente a reciclar los momentos, las desdichas, los perdones. Es limpiar de mi vida las angustias provocadas por recuerdos que solo me incitan a delirar. Los motivos para desprenderme de ti son suficientes y escasos, y olvidarte es herirme y herirte, es abrazarte y que yo sienta el afecto. 
Olvidarte es tener una vida carente de dudas y de dilemas, es creer que vivo plenamente sin recuerdos o arrepentimientos de un amor perdido. Olvidarte es mi cura ante los días amargos, es aliviar un corazón desnudo y atrapado por frases que desaparecen para hacerte menos visible en mis pensamientos. Olvidarte es encontrar un atajo entre tus recuerdos, para llegar a ese lugar de mi mente que desconoce de tu existencia. 
Y así es como te olvido, entre el lamento y la alegría, entre tu vida y mi vida. Olvidarte es poner la balanza a mi favor para llegar a encontrar un escape a este juego que trata sobre recordarte y olvidarte al mismo tiempo. 
Olvidarte es no sentir rencor ni miedos al saber algo de ti, es no reprimir los sentimientos, pues si te olvido ya no sentiré nada. Olvidarte es calmar mis ganas, es ir despacio y sin apuro, es razonar conmigo y sacrificar un puñado de momentos. Olvidarte es una excusa para remediar el daño de un ayer sin conciencia, es empeñar tu vida al borde del olvido mientras yo nado con un tesoro y te dejo en las profundidades de mis recuerdos. 
Olvidarte es emprender un viaje a un mundo donde tú no existes, es caminar por los lugares que frecuentábamos y no sentir nostalgia. Olvidarte es reemplazar los sentimientos en el corazón de alguien más y en las pasiones que escriben mi futuro. Olvidarte es equilibrar mi vida mientras me hago compañía. 
Olvidarte es soltar una parte de mí que simplemente caducó, es como resucitar, como haber muerto y seguir viviendo a pesar de dicha tragedia. 
Olvidarte es atarme a una nueva oportunidad de sentir cosas que contigo llegué a vivir, es no abandonarme y tenerme autoestima, es quererme y alejar de a poco la melancolía.
Olvidarte en encorvar mi presente, prohibiéndole mira a esos lados en donde tú te encuentras. Olvidarte es no sentir tu ausencia ni creer que te he perdido, es no pensarte, es no recordarte. Olvidarte es traicionar el amor que alguna vez fue tuyo. 
En el proceso de olvidarte, me hice amigo del tiempo para sentir que todo pasaba más rápido de lo normal, y alegar mi venganza para borrarte de mi memoria y ser testigo del suicidio de ese ingenuo sentimiento.
Así decido olvidarte mientras vendo cada uno de tus recuerdos, pues no necesito de nadie para olvidarte, ya que al sujetarme de mis sueños encuentro un motivo más para vivir y reiniciar mi vida. 
En mi jornada olvidarte es primordial e innecesario, ya que poniéndole clavas a la rutina te olvido sin querer. Pero debo confesar que tu recuerdo me hirió y yo le dejé hacerlo, y estuve a punto de desistir e ir a buscarte, pero mi letargo me llevo más lejos y le quite verdad a dicha leyenda que olvidar es imposible. 
Olvidarte es exiliarme de tu vida, es como elaborar un crimen perfecto en donde yo salgo ileso y libre de cargos. Olvidarte es dejar que tus huellas se borren de las orillas del mar, es crear mi suerte, es hacerme sombra a mí mismo, es desatar esos lazos que compartí junto a ti. 
Olvidarte es no conocer tus veredas ni recordar alguna fecha o día en especial. Olvidarte me concede la dicha de seguir viviendo sin miedo al pasado, ya que al no pensarte compenso mis días con la ausencia de preguntas que ya no tienen algún significado. 
Al momento de olvidarte me convierto en tu enemigo en el amor, es como competir para ver quien llega primero a la meta y cruza la línea del olvido. Olvidarte es pensar en mí y borrar en cada paso tu recuerdo, es volar sin tus alas y escuchar una canción y que no seas lo primero que se me venga a la mente. 
Olvidarte es clavarme en tus pupilas y no recordar quién eres. Es arrancar sentimientos en los cuales tal vez aún vivas, pero mi deseo de olvidarte me obliga a hacerlo para dejar de pensarte y extrañarte al mismo tiempo.
Olvidarte es recordar mi vida antes de que tú llegaras, es mirarte y no sentir nada, es hablar contigo como si jamás hubiéramos estado juntos. Olvidarte es entender que no dependo de nadie para volver a ser feliz, es sujetarme y no desistir, es confirmar que llegaré lejos si no volteo la mirada. 
Olvidarte es quitarle a mi tiempo anclas e impedimentos, es recobrar el equilibrio mientras me abrazo de un mañana que no sabe que en mí has existido. 
Y pongo aprueba la libertad que tengo para cancelar por siempre aquel tratado que decía que jamás te olvidaría, hoy lo rompí y me revele ante esas promesas que tú tampoco cumpliste.
Al olvidarte comprendo que tenemos la capacidad de comenzar otra vez y de encontrarnos con nosotros mismos, para vivir en paz y sonreír de nuevo.
Y después de haberlo intentado todo, de haber caminado lejos y de haber vivido toda clase de emociones buscando la manera de vetarte por siempre, en mi silencio descubrí que escribirte era la única forma de olvidarte.

                                     

domingo, 10 de febrero de 2013

Utopía

Puede que ahora no lo entiendas o simplemente no lo llegues a asimilar, es como un intento de desligarme de aquel recuerdo que se perdió en algún momento, en algún lugar. 
A pesar de que siempre busqué la manera de que los dos miremos en una misma dirección, nuestras miradas solían cambiar de rumbo y perderse en la idea de ser libres. Nos ganó el tiempo. No supimos apreciar los momentos cuando estábamos juntos, y tampoco interpretar bien el afecto que decía poco pero sentía mucho… 
Me encuentro algo confundido, perdido y delirando, imaginando una visita inesperada, una llamada o algo que me diga que piensas en mí, como yo en ti. No me gusta extrañarte cuando sé que no vas a volver. 

Confieso que no advertí tu ausencia y ahora busco rastros de ti, pero solo me queda el recuerdo injusto que me lastima inconscientemente.
Mi intención no fue crear espejismos, la realidad nos consumió y no pudimos afrontarla, sentimos miedo de caer en un abismo sin fondo, nos cegamos con cada día que pasaba y caminábamos juntos sin saber a dónde... 
Mientras me recuperaba de tu indiferencia, encontré un atajo, pero sin aviso decidiste tocar a mi puerta cuando yo ya estaba de salida. No asumí que habías tomado la decisión de acompañarme en este viaje sin retorno. Yo ya había elegido escapar de esa ilusión absurda, invisible e insegura, es por eso que cuando llegaste, me vi en el dilema entre huir o quedarme, pero acepté volar contigo a pesar de mis dudas. 
En todo el tiempo que pasamos juntos busqué equilibrar mis sentimientos, pero tal vez en ese lapso te fuiste alejando sin darme cuenta. Creo que los dos llegamos tarde, o yo me adelanté y tú te demoraste. 
Cómo quisiera que todo hubiese sido distinto, sin embargo, hubo muchas cosas que conspiraron a mantenernos lejos, a ser ajenos al tiempo y al silencio. Quizás no somos el uno para el otro, pensábamos, o no era el momento adecuado para andar juntos o, tal vez, fue porque no llegamos a enlazar bien nuestros sentimientos y nuestra historia se volvió irrealizable para el amor. Y quién podría imaginarnos a los dos como uno, pues cada cual vivía su propia locura, soportaba sus problemas y trataba de apoyarse en una ilusión que se prendía y se apagaba, y que no daba respuesta alguna. 
Solíamos cuestionar nuestros amores y nuestras decepciones, siempre recordando más de lo debido y dejándonos llevar por historias caducadas que no nos permitían aprovechar nuestro momento. 
Cómo empezar algo si nosotros mismos escondíamos lo que nos hacía sentir felices, no aceptábamos que había algo más allá de lo que pensábamos o simplemente no lo vimos. Siento que faltó descubrir mucho entre los dos, decidimos andar sin fijarnos en los sentimientos, pero es inevitable no pensarte, no extrañarte, no quererte. 
Fuimos fuertemente frágiles y eso compensó a olvidarnos de los problemas con un simple abrazo. 
Siempre nos repetíamos sobre nuestra capacidad de ser libres mientras estábamos juntos, elegimos atar al amor y al dolor en un mismo camino sin apreciar lo que se vive en ese transcurso. Fue como tratar de llevar lo irreal y lo imposible a un mundo limitado por enigmas, así lo intentemos jamás sabremos qué fue lo que fuimos.
Jugábamos con las despedidas pensando siempre que aquella era la última, sin saber que luego estaríamos juntos de nuevo y más perdidos que nunca. Hasta que un adiós sin retorno construyó un muro que nos dividió sin quererlo, dejando escapar el amor que un día existió y que hoy muere olvidado y condenado por nosotros mismos.


martes, 22 de enero de 2013

El encuentro

Después de creer que mi pasado ya no sería sinónimo de angustia y de impedimentos, y de aparentar de que nada podía cambiarme la idea de que el ayer ya no era importante para mí, me encontraba nuevamente caminando por las veredas de su casa, pensando en una buena excusa sobre mi inesperada visita. Ya empezaba a caer la noche, a soplar el viento, pero ahí estaba yo, con el miedo a cuestas, con muchos nervios y una serie de emociones que no sentía desde hace mucho tiempo. 
Decidí ir a buscarla para confesarle de que ya no podía continuar engañándome a mí mismo al decirme todos los días de que ya la había olvidado. Ya no había marcha atrás. Y de pronto, todas mis dudas y preguntas desaparecieron en el instante en que volví a ver ese lugar que tantas veces había visitado para poder ser feliz a su lado aunque sea por unos cuantos momentos.
En mis manos llevaba una pequeña carta en donde había tratado de desnudar lo que sentía por ella. La esperanza la tenía colgada de mi cuello, aquel detalle que los dos llevábamos a diario y que nació a los pocos días de iniciar nuestra historia. Ese presente hizo que nos enlacemos de una manera más íntima, más especial, aunque después de haber pasado tanto tiempo esperaba que ella ya no lo llevara más consigo.
Había llegado el momento de arriesgarme, de despojar mis dudas y silencios, de aparecerme una vez más en su vida en un intento de revivir nuestra historia. Toqué el timbre y para mi suerte fue ella quien respondió a mi llamado. Lo primero que hice fue saludarla después de mirarla profundamente durante unos cuantos segundos… Ella se sorprendió al verme, ya había pasado mucho tiempo y creo que no entendió muy bien el por qué de mi regreso. Le dije con mis gestos que aún seguía perdidamente enamorado de ella, que todo el tiempo que viví en su ausencia, había caído en un sinfín de historias absurdas, vacías y sin sentido, exiliadas de una realidad que ya no me pertenecía.
Una amiga cercana a ella me contó que solo se había dedicado a sus estudios. Tuvo muchos pretendientes, pero ella nunca les permitió ser algo más que amigos. Yo tenía tantas cosas por decirle, por preguntarle, pues hace mucho que no sabía nada de su vida. Me hubiera gustado que me cuente todo lo que había hecho en estos últimos meses. Sobre cómo le había ido en la universidad, si había viajado en las vacaciones de verano, ya que solía hacerlo por unas semanas para visitar a su padre, pero mi tiempo era limitado, ya que al parecer ella estaba de salida. 
Fue lindo tenerla cerca otra vez, se había puesto mucho más hermosa, y por esa razón yo me puse más nervioso de lo que ya estaba. No tenía idea de cómo ella iba a reaccionar por el hecho de volver a encontrarnos, así que solo accedió a mirarme fijamente, mientras yo intentaba tranquilizar mis nervios para expresarle lo que por tanto tiempo había callado. Le entregué la carta que había escrito, pero ella, con un ademán de rechazo, no quiso aceptarla. En ese momento no supe qué hacer, pero aún así insistí en que se la quedara. Luego, la tomé de las manos y le dije de la manera más sincera posible que aún no la había olvidado…
Desde la última vez que nos vimos, el cual fue el mismo día en que decidimos terminar con lo nuestro, no había pasado ni un día en que yo no la conservará en mis pensamientos. Después de confesarle de que yo aún la quería, la sentí aturdida, pero decidida. Con cuidado alejó mis manos de la suyas, no comprendí el por qué hasta que hizo del silencio su única respuesta...
Ella ya no era la misma, había cambiado, el tiempo le había hecho comprender de que el amor, a veces, no otorga segundas oportunidades. Pude notar el dolor y la confusión en su mirada, así como la duda que terminaba en ese preciso momento, y mientras yo me desbarataba por dentro, vi cómo desaparecía lentamente ante mis ojos.


viernes, 28 de diciembre de 2012

Te espero

Mi impaciencia se sujeta de una esperanza, de unos ojos que aún no veo pero que llego a imaginar. Te espero mientras escribo versos en tu ausencia no planeada, y voy caminando a solas acompañado de ti, buscando en los detalles alguna señal de tu reflejo. Te veo a lo lejos, a kilómetros de distancia, como un espejismo brillante que se dirige hacia mí, marcando en sus pasos el motivo perfecto para seguir esperándote.
Te espero desde hace siglos, desde ilusiones pasadas y encadenadas a momentos nunca antes vividos. Me acoge un sentimiento que permanece escondido en el alma, que se adelanta al tiempo e intenta imaginar que estás aquí a mi lado, esperándome en la sombra de un mundo perdido por ojos adormecidos y usualmente equivocados. Te espero sin darme cuenta de que el tiempo se detiene, y contrae estas ganas de querer buscarte entre los pasos de una sociedad anclada a la rutina. Mientras la vida continua, yo te sueño y te hago un espacio en el almacén de mis anhelos.
Te espero en silencio y con una serenidad ansiosa de ti. Me paso imaginando tu figura, tu rostro, tus facciones, tus movimientos, sin embargo, eso no me preocupa, porque sé que te reconoceré cuando te vea al frente de mí. Te espero oyendo una voz que nunca antes había escuchado, que pronuncia palabras que juegan con mis vientos y me advierten de que sea paciente, pues cada día que pasa estás más cerca de lo que imagino. 
Te espero mientras trato de espantar estas manías de querer perderme en un sinfín de momentos contigo. A pesar de que mi postura y convicción solo se aferran a la intención de esperarte, el tiempo sigue conspirando para que eso no sea posible. Te camuflas en almas inocentes, vivo mentiras disfrazadas de verdades, y escribo historias en donde aún no existes, pero en las cuales, en esencia, tú eres la protagonista.
Te espero en las costas de mis sueños, en las veredas de mis interrogantes, en la plaza de mi soledad. Sin embargo, se me hace imposible responder a las preguntas de tu futura llegada. Te espero, simplemente te espero, con las manos abiertas y el corazón forrado de una ilusión de acero, y con unas ganas inmensas de amarte y de contarte todo lo que viví en mi locura de esperarte.
Mi tiempo está obsesionado con tu llegada, he guardado días, horas y segundos para cuando llegues. Tengo mil y un frases con tu nombre que todavía desconozco, pero que hablan solamente de ti. 
Te invento cada vez que el cansancio coopera para sentirme solo, y en mi teoría de tu existencia nombro tu vida como el eslabón que necesito para darle vida a la mía. No tengo miedo de morir en mi intento de esperarte, porque más allá de mi vida, habrá un ángel que vendrá para reponerme en mi deseo inmortal en la búsqueda de mi otra parte, que es tuya.
Le he hablado a todos sobre de ti, porque a pesar de que todavía no llegas, algo me dice que muy pronto lo harás, y yo estaré ahí para abrazarte y besarte como si ya te conociera, como si el destino supiera que yo soy para ti, como tú eres para mí. 
Y así seguiré con este afán de esperarte, la desesperación no me llegará a consumir, pues mi ganas penden de un estímulo que se encuentra atado a tu sonrisa que imagino a diario. Aún no te conozco, pero te sigo esperando…


martes, 6 de noviembre de 2012

Tu llamado

Eran las cuatro de la madrugada cuando desperté. Mis ojos eran frágiles por el cansancio, mi latido volvía a recuperar su ritmo y de pronto recordé, entre sueños, que volví a escuchar tu voz perdida en mis recuerdos. Amanecí con pensamientos dedicados a ti, no tenía sentido, hace mucho que en mi mente no eras protagonista. De solo hacerlo los nervios se apoderaban de mi cuerpo, y el temor de volver a verte se reflejaba en mis mejillas.
No entiendo por qué aquella noche tus fantasmas visitaron mi desvelo. Sin previo aviso te adueñaste de la revelación de mis sueños, renaciste en mí y fue allí en donde encontraste estadía. 
Fue un llamado tuyo que se prolongo por muchas noches, alterando y despertando sentimientos semidormidos; por más que trataba no podía escapar de tu aroma, de tu sombra, de aquellos restos de cariño que dejaste en mí. Creí que era libre de tu amor y propenso a buscar una nueva compañía. Pero el tiempo no cumplió el tratado de poder olvidarte, me mintió descaradamente y pintó historias en las cuales me hacía creer que ya no formabas parte de este corazón ingenuo. 
Con el tiempo, por las  noches, tus llamados eran más fuertes e inevitables. Aquellos momentos que fueron escritos con tus besos y que hoy solo leo en mi imaginación, condenan a mi alma a tratar de sobrevivir en un mundo de mentiras e inseguridades. Allá afuera, donde las aventuras dejan un vacío cada noche, mi silencio convoca tu presencia y manifiesto todo tipo de emociones frente a una imagen que conserva la misma sonrisa desde hace siglos en mi mente. 
Mi verdad hoy se viste de mentira, todo lo que alguna vez quise sentir solo se encuentra en ti: en tus ojos, en tu cabellera, en la fragilidad de tu piel y en aquel lugar donde se esconden nuestras almas, perdidas en el limbo del arrepentimiento. Mis ansias recorren un destino que tiene tu nombre, mi cuerpo extraña tus caricias y mis labios sueñan tu regreso.
Pero cómo saber si sigues siendo tú, la chica que conocí una tarde de caos y de soledad... Preguntaré a las personas que nos veían en los parques o en las calles, visitaré los lugares en los que solíamos caminar. Tal vez has cambiado, pero mi subconsciente se rehúsa a creerlo, pues mis ojos y mi mente aún tienen grabado un retrato especial de los días que tú y yo compartimos. 
Ya no puedo esconder toda esta locura que cada día me distancia y al mismo tiempo me lleva volando hacia ti. Vivo cautivado de una luz, de un recuerdo, de un ayer que hoy cobra sentido y me obliga a regresar para confesarte lo mucho que he callado en mi ausencia. Quisiera pedirte perdón, decirte que jamás debí alejarme, que debí escucharte y ser más compresivo cuando te reclamaba algo injustamente. Mi intención jamás fue querer olvidarte. 
Volver al pasado me deja marcas de dolor y de angustia, es aferrarme a algo que debió morir con el adiós que pronuncio un Yo orgulloso y egoísta. Sin embargo, mis motivos cuelgan de tu alma, y en ese pasado perdido entre historias y recuerdos, se esconde un amor que ha resucitado y que hoy quiere regresar, pues sabe que allí te encuentras tú, con el remedio que necesito para poder respirar como lo hacía antes, como en aquellas épocas cuando solía vivir abrazado de tus sentimientos.



domingo, 28 de octubre de 2012

Desasosiego

Tengo el miedo deslizándose por mi sombra, ocultado entre el ayer y en las tardes que hoy se sujetan a un cielo que sigue sin perder color. Aprendo del frío a no ser tan sumiso, y también a volverme inmune ante esas miradas falsas que solo pretenden opacar un alma que oculta en sus pupilas, el veneno mortal del amor.
Fue la noche que sin envidia despojó esas sensaciones, aquel desequilibrio que nos vuelve vulnerables ante cualquier cambio repentino, ante esa intranquilidad que perturba nuestro tiempo, o por el nerviosismo innato de algún adiós sin razón. Y así, la misma soledad como aliada es solo una jornada, un descanso, el silencio que enseña a la conciencia a no desaparecer en nuestro propio recuerdo. 
Hoy el viento no está amargo conmigo, respiro aferrado a la vida, y es que hacerlo reduce la angustia de querer indagar en el pasado para rescatar a aquel hombre que tal vez aún siga con vida. Quizás el cansancio se apiadó de mí, pues las voces que solían llamarme por las noches cada vez se oyen menos. Y entre pasos veo cómo una huella desaparece, en silencio descubro un atajo a orillas del recuerdo, y quizás estás más cerca de lo que pienso, pero aún no me atrevo aceptarlo. 
Suelo pensar en ti y en mis ratos no puedo evitar dibujarte en cada rincón de mi mente. Trato de interpretar tus palabras, pero me pierdo en tus frases, cortas y sinceras. Continuas hablando, te respondo con una voz silenciosa, y mientras la melancolía me seduce, te obsequio la expresión de mi alma: mi sonrisa, y le demuestro a mis fantasmas que hoy soy más fuerte gracias a ti. 
Sin embargo, y a pesar de todo aquello, no quiero aferrarme a este juego injusto que siempre pende de un hilo al estar cerca de tus labios, así como un «te extraño» carente de valor, como una simple frase en la cual no se pueden rescatar los suspiros sinceros del alma.
Cómo saber si tú eres como yo te veo, tan hermosa y a la vez tan sencilla. Tienes el talento para atraer mi mirada y hacerme caer en el atardecer de tus ojos. Sin embargo, la experiencia me dice que controle mis pensamientos y evite fantasear un amor sin siquiera haberlo conocido, pero la duda me gana y me incita a saber esas inquietudes, pues lo único que quiero es descubrir cómo eres por dentro.
Tu tristeza no puede ver el lado amable de mi alegría, se mantiene cegada y oprimida, piensa que es libre pero olvida que es esclava de su propia existencia. Será mejor que lo olvides, pues ya no hay más pretextos que tu propio silencio.
Sin pensarlo veía cómo el tiempo justificaba tu compañía; trataba de agonizar los minutos, las horas, para contemplar, con detalle, momentos que tal vez nunca más vuelva a ver.
Aún no encuentro el modo de poder minimizar la duda, como la falta de confianza que brilla por su ausencia cuando en tus palabras no percibo ningún significado, o tus encantos disfrazados de egocentrismo, tu mirada tan sincera pero a la vez tan indescifrable, me obligan a ahogar mis ganas e ir a buscar un nuevo anhelo.
Parecía fácil pero lo real hizo que mi desasosiego altere mis sueños. Mi única intención fue quererte sin pensar tanto, amarte sin dudar a que me hagas daño, y poder volar nuevamente, protegido con tus besos, enredado en tus abrazos, y guiado por tus ojos para encontrarle color a este mundo tan opaco.
Tal vez me dejé llevar por la falta de compañía, me cegué repentinamente y escondí el temor que prohibía abrir el corazón a alguien más. Y así te descubrí en mi negación de encontrarte, empezamos a jugar a estar solos, me ate a tus locuras e hicimos de la ironía una razón para burlarnos de la vida. Me perdí en tus detalles, en tu sutil encanto, hoy te sigo pensando, pero cada vez menos. Todavía sigues tatuada en mi alma, en mis desvelos, pero estoy seguro que mañana o más adelante, serás sólo un recuerdo.



domingo, 14 de octubre de 2012

Percepción

No reconozco con certeza el lugar en donde ahora me encuentro. El cielo está de un color que no logro descifrar. Percibo, con asombro y pena, que la naturaleza empieza a perder sentido. Y son las calles que cobran una nueva sucursal.
El frío me abraza, me habla, pero la sutil magia de mi piel retrasa su intención. Mis instintos me delatan, me descubren, pero basta con solo quedarme en silencio para descubrir los detalles que alteran y cambian a mi alrededor. Oigo un susurro armónico que se prolonga a lo lejos, allá, donde el ocaso muere en el intento de ser noche y el mar se proyecta como un sueño ante mis ojos, para gritarme algún recuerdo que murió en mi melancolía. 
Mi sombra se esparce en una oscuridad desconocida y deshabitada, mientras que mis interrogantes nacen con un lápiz y una hoja de papel. Mis nervios se rompen y me vuelvo inmune antes algunos sucesos, mis manos se congelan y mis pupilas se dilatan, mi mirada luce cansada, con ganas de dormir y de soñar despierto.
Mi percepción del mundo se hace añicos y se regenera, la realidad cada vez es más absurda, sin sentido, vaga e inquieta. La indiferencia convoca miradas cegadas por el miedo, cautivadas por una causa perdida o por una voz sin decir lo que en verdad siente. Sin embargo, el amor no pierde textura, fluye voraz y verdadero, mientras almas honestas alimentan el futuro. 
Me encuentro perdido en los suburbios, en mi autoridad, en este momento tengo miedo de ser encontrado, miedo a que descubran mi sosiego. Tal vez sea fácil oírme en mi silencio, pues en mis gestos y en mi mirada, se encuentran más palabras de las que podría yo decir. Ahora comprendo que suelo ser frágil, aunque no pretenda serlo.
Tratar de comprender el mundo no es más que una odisea constante, y vivir en soledad es enfermarse de un complot de ideas, como una estafa al inconsciente, o como si se llevaran lo que siento y que entre gritos mi suplicio no se oyera. 
Me siento como un libro perdido y maltratado, con el recuerdo magullado y lleno de historias sin ser contadas. Pero bendecido con un amor de una fortaleza implacable y con frases que cada día se mueren en mi memoria por temor al odio ingenuo de almas inconscientes, débiles al sufragio de mi llegada, pero fuertes al exilio de mi despedida. 
Queriendo interpretar esas voces que juegan a ser verdad, se pierde la claridad en las almas de las personas, y cada vez su piedad es menos. Y como siempre, el más inocuo y vacío testamento ganó la apuesta de la vida, la suerte jugó a su favor mientras que las sorderas del entorno contagiaron la belleza que dejó en sus huellas.
Frente a ese yo que no soy yo, busco en sus miedos, en sus fortalezas, alguna señal de vida, de aliento, pues he conservado en mis pensamientos la razón a las tantas sinrazones que dejé de lado en su momento, para poder morir y revivir en mi propia vehemencia. 
Aunque el sueño y mis ganas no compartan lo mismo, sigo en las mismas vías que solo yo he recorrido, olvidando el pasado que se esconde para aliviar el presente, mi verdad se vuelve ajena a mis locuras que hicieron que me desprenda de la tan infame y villana hipocresía que, entre voces, descubrí a mi alrededor.
Así como las cartas que un día jugué, el resultado siempre fue inesperado. Accedí a almacenar estos recuerdos en hojas de papel, que aunque se pierdan de mí, están ahí, vivos y reacios, esperando a ser leídos o recordados, pues como cualquier juramento, una promesa de vida se esconde en sus párrafos.