martes, 18 de febrero de 2014

Inocencia

Hubo un tiempo en donde las preocupaciones no existían, en donde los juegos y la imaginación eran parte de todo. Hubo un tiempo en donde el pasado no era tan lejano, y en donde las horas no tenían un principio ni un final. 
El día era una completa aventura, las tardes y las noches no se diferenciaban. El mundo era pequeño pero infinito en aquellos tiempos. Logramos disfrutar de manera tan sublime y diversa esos momentos que pasaron tan rápido y no nos dimos cuenta. 
Los sueños eran el refugio de los amores secretos, dichos solo con la mirada y con las mejillas pintadas de rojo. Nuestras bocas  solían callarse pero nuestras mentes imaginaban infinidades de momentos. El amor inocente solo ve lo necesario y lo que importa. Así eran esos días de sentimientos sinceros.
No habían miedos de culpa o daños a un corazón ajeno, tal vez solo los nervios de cruzarte con aquel amor que vivía únicamente en tus sueños. La noche solía ser un escape, y aunque a veces nos obligaba a soñar, solíamos tomar el control de su tiempo para nuestro propio y secreto beneficio. 
Los tiempos cambian tan rápido cuando lo pensamos que ahora mismo ya estamos viviendo algo nuevo… Y en un recuerdo difuso, me veo otra vez caminando por los parques, mirando los alrededores, siempre con una frase, una pregunta y una duda por dentro: «¡Qué inmenso es este paraíso! ¿Qué cosas habrán más allá?». 
Dicen que somos ángeles, que fuimos un milagro, fruto del amor de nuestros progenitores. Yo pienso que estamos aquí porque así lo quiso la vida, porque llegamos para aprender y enseñar al mismo tiempo. Cada etapa tiene un motivo, y esa misión al final nos convertirá en mejores personas.
Y escarbando un poco en el pasado, recuerdo que las frecuentes visitas de extraños, los saludos de personas de nuestra misma sangre que poco a poco íbamos conociendo y los famosos pero discretos encuentros familiares, a veces parecían interminables. 
Tengo el recuerdo de que nada se comparaba al hecho de recibir una sorpresa. Cómo nos encantaban estas entregas inesperadas, sobre todo si era algo que tanto habíamos soñado… Buscando señales en los escondites menos pensados, esperábamos algún premio por haber hecho lo correcto o simplemente por merecerlo, aquella compensación inocente, era un derecho que caducaría con el tiempo. Por cierto, en esos días, las fechas eran más especiales y esperadas.
Nada parecía tener final, los juegos, las dichas, los regalos y las risas eran como el pan de cada día. Sin embargo, crecimos y ahora la nostalgia es fuerte cuando recordamos aquellos días de infancia. Y, ahora, con interpretaciones que en ese tiempo desconocíamos, comprendo que cada infante es un soñador en la vida desde que empieza a abrir los ojos, incluso desde antes de hacerlo.
Vale recalcar que la capacidad de asombrarse por cosas como la noche, la luna, la lluvia y las estrellas, era sinónimo de la inocencia que nos caracterizaba. Descubrir algo impresionante y a la vez sencillo era cosa de todo los días, vivíamos en un constante viaje al futuro. 
El don de reír a cada momento era exclusivo de los que recién empezaban a descubrir el mundo. Nada parecía tan importante como pasar un buen día disfrutando de la naturaleza, del sol y del viento, para sentirnos un poco más libres de lo que ya éramos. A veces creíamos saberlo todo, sin imaginarnos que una vida totalmente nueva recién nos abría sus puertas.


viernes, 31 de enero de 2014

Quimera

Estuvimos a punto de ser inolvidables, de convertirnos en protagonistas de las historias que año tras año se cuentan lejos de los suburbios por aquellos hombres que han vivido y ahora dejan vivir. Sin embargo, llega un momento en la cual estos relatos se dilatan y con el tiempo cambian y desentonan ante los ojos de quienes las cuentan y escuchan.
Creía que en el inmenso campo de memorias teníamos los mejores recuerdos, los más gratos momentos que jamás nadie recuerda, mucho menos nosotros mismos. No pensé que esos momentos serían el motivo de nuestra propia condena.
Lejos de todo y cerca de nosotros, estaba ella, un amor del pasado que jamás dio señas de algún adiós perpetuo. Aquella sombra era una carta a medias, una mirada inocente y a la vez ilusionada. Fue extraño coincidir justo cuando el camino estaba definido. No resolví a tiempo aquel aviso que en mi interior yo sabía, pero que no quise aceptar por miedo a perderlo todo.
Y sin más que anhelar, entre amargos pensamientos y confusiones de sentimientos pasados, sucedió justo lo que imaginé, aunque también superó mis expectativas. Ella existía en mi idea controlada por la nostalgia. La vi y sentí que no quería alejarme nunca más. Dicho encuentro obligó a cuestionarme sobre los futuros compromisos que se dan solo en pareja. Empecé a replantear mis sentimientos para aclarar mejor mis dudas, y llegué a la conclusión de que su presencia era solo una quimera.
Jamás comprenderemos que cuando complicamos el verbo, solemos destruirnos en un silencio que nadie merece. No obstante, no iba a dejarla de lado, todavía tenía el recuerdo de cuando decidimos compartir nuestro tiempo juntos. Éramos dos almas jóvenes, ignorantes de nuestras propias vidas, por eso es que todo fue tan natural y vivo, a pesar de que ya habían pasado unos años de total alejamiento. Me sorprendió mucho ver cómo todo empezaba a tomar forma, no creía que algo así podría volver a pasar pues no estaba en mis planes enlazarme una vez más con ella. Pero sucedió, y me sentía pleno. Sin embargo, no pude enfrentarme a los cambios que desde hace tiempo venían propagándose. Tenía que acostumbrarme a la idea de tenerla sin buscarla, de llamarla sin pensarla. Me comprometí al sueño de imaginarla en cada persona que no había visto hace siglos, y no me di cuenta de nada hasta que decidió caminar conmigo.
Todo iba como lo había imaginado, a pesar de las dudas, ella me hizo sentir seguro y alejó por siempre cualquier dilema entre nosotros. Entendí que no se trata de elegir, sino de ver más allá de nosotros mismos, superando el ego y acatando los castigos por dejar ir a quienes realmente darían todo por nosotros. Nada me había atrapado como ella lo hizo, se dio el tiempo justo para tratar de arreglar lo que rompimos por causas ajenas. Era increíble volver a tenerla a mi lado, volver a sentir sus besos con frescura de que lo que teníamos era sincero. Pero siempre calaba el miedo después de cada despedida, todo era frío, siniestro, y la soledad no reprochaba y venía a hacernos compañía cada cierto tiempo. No estaba seguro de lo que pasaba, era difícil que alguien nos imagine tan juntos y tan solos, es cierto, así éramos nosotros y nada podía cambiarlo. Yo solía preguntarme: «¿Será que lo merecemos?». No tenía sospechas de por qué nos pasaba esto, justo ahora, justo como siempre. 
Y en las calles, discutiendo a solas conmigo y reprochando aquella situación, no podía evitar ver a esos personajes inocentes, conociendo y descubriendo la maldita y bendita verdad del amor, y juraba en silencio que muy pronto la conocerían. «No hay paz sin antes pasar el huracán», pensaba sereno y los miraba desde lejos.
Nuevamente lo caótico gobernó nuestro espacio, tan épico como cuando nos veíamos de lejos sin decir palabra alguna para ir al lugar de siempre, al lugar donde empezó toda esta historia. Estuvimos tan ligados a lo desconocido que nada nos sorprendía, así como los paisajes que eran de nuestra vida cotidiana. De tal manera que solíamos saber muy bien lo que queríamos y esperábamos. 
En los momentos de inconsciencia pura, nos distraíamos pensando que no nos necesitábamos, que no era necesario saber qué hacíamos ni dónde andábamos. Confiar era el único remedio. Qué locura pensarán los desesperados, es cierto. Pero a pesar de ser algo inaudito, que no cabe en los niveles del amor, yo estaba loco por ella y ella estaba loca por mí.
Las ilusiones suelen desprenderte de lo que es real, de lo que está a tu lado sin que lo sepas. Son traicioneras como el orgullo en su momento de desamor, tan banales e ingenuas que te hacen perder lo que más aprecias, sin ganar nada a cambio más que tu propio lamento. «No me esperes, no me llames, no me busques», decía la voz de la quimera. Pero no me importó en lo absoluto y perdí de nuevo un pasado que allí estaba mejor.
No pudimos librarnos del engaño de la vida, fuimos sus esclavos, sus peones, y llegamos a cargar con la desdicha de una fantasía provocaba por nosotros mismos. Ella no era real, y a veces creía que yo tampoco.
«Mi metáfora es tu mejor aliada», me decía el pensamiento. Pero aquellas voces no me libraban de su exilio, que de vez en cuando trataba de imitar para ser lo que habíamos olvidado. Sin embargo, entre ausencias y besos, decidimos postergar los encuentros a simples y vacíos momentos de confusión.


lunes, 30 de diciembre de 2013

Despedida

Nos encontramos en el aeropuerto después de muchos años, estaba acompañada y se veía muy feliz. Yo estaba ocupado y mentalizado con el trámite de mi exilio, debido a que las cosas no andaban muy bien por aquí, por eso tenía que olvidarme de donde había venido por un buen tiempo. Ella, en cambio, se veía igual de linda, despreocupada, con una paz que no recordaba en ella.
Verla me tomó de sorpresa, no sabía nada de su vida desde la última vez que estuvimos juntos. Empecé a recordar y sumergirme en un mar de preguntas que había tratado de olvidar por mucho tiempo... Cuando de pronto volteó y me vio, se acercó y me dijo, sin preámbulos: «Hola, ¡qué sorpresa!». No tuve otra opción que responder su saludo y postergar por unos segundos mis acciones. Estaba tan hermosa como antes, pero no se lo dije porque estaba acompañada y no quería incomodar a su actual pareja. Él, sin saber quién era yo, pensó, tal vez, que solo era un amigo más de ella. Me saludó amablemente y se fue por un momento a recoger los equipajes para su nuevo futuro. «Hola, a los años», respondí. Me preguntó que había sido de mi vida, y empezó a suponer que todo me iba perfecto, pues ella siempre me decía que era alguien responsable, ordenado y decidido en lo que quería para mi futuro. Pero en aquel momento no tenía ni idea de todo lo que viví después de que ella, sin motivo alguno, decidió marcharse. No quise que pensara lo contrario, no tuve el atrevimiento de decirle que quedé destrozado cuando lo nuestro terminó. Además, no tendría sentido, el tiempo había pasado y ahora todo eso era solo parte del pasado. Traté de ser cuidadoso con lo que decía, pues verla fue un impacto físico y mental que no experimentaba desde hace mucho tiempo. 
Volví a sentirme frágil al momento de mirarla y de tenerla cerca, a pesar de que ya había pasado un poco más de un par de años de estar juntos. En ese instante, desde luego, no hablamos sobre esos días, pero noté en su mirada como si hubiera querido decirme algo que jamás dijo. Empecé a preguntarme el por qué de su adiós, debido a que nunca me dio explicaciones. Todo pasó y cada uno siguió con su vida. Aunque, debo aceptarlo, yo todavía sentía algo, a pesar del tiempo aún no había podido desprenderme totalmente de ella. 
«Me voy de luna de miel», me dijo. Escuchar eso fue como sentir una daga atravesándome el corazón, frío y lento… Ella se había casado y se iba a celebrar con su nuevo amor. Me puse a pensar que tal vez pude haber sido yo en estos momentos, pero al parecer la vida quiso algo diferente para mí. 
Empezó a contarme sobre los planes de su vida, siempre cuidadosa con cada frase que decía, no quería, tal vez, decirme algo que en mi condición, no era necesario, a pesar de que ella no lo supiera. Estuvimos conversando a lo largo de una hora, sentados en la sala de embarque a la espera del avión. Su novio no venía, entonces lo llamó para preguntarle qué pasaba. Al parecer, tuvo un problema con el equipaje, pero que no habría de qué preocuparse porque aún faltaban horas para tomar su vuelo al igual que yo. 
Me preguntó el motivo de mi viaje, hubiera preferido que no lo haga, no quería hablarle mucho de mí, decirle de que estaba en el mejor momento de mi vida, de que todo andaba bien, porque en realidad no era así. Solo atiné a contarle que me iba muy lejos de aquí, necesitaba pensar muchas cosas antes de regresar. No le di detalles, creo que mis gestos dudosos le expresaron mis motivos. Sin querer , estuvimos poco a poco recordando nuestro pasado, y en un momento de recuerdos compartidos y de nostalgias desveladas, me miró tiernamente, sostuvo mis manos y me dijo que me había extrañado, que recordaba cosas de mí que su novio actual jamás haría. Me puse nervioso, pero me gustó que lo diga, pues me hizo recordar todas las locuras que vivimos juntos. Sin embargo, me sentí extraño, yo había cambiado mucho, ya no me comportaba así desde que ella dejó todo sin razón aparente. Pero, entre recuerdos significativos, me atreví a preguntarle el motivo de su inesperada despedida. Me dijo que no quería hablar de eso, que ya había pasado el tiempo y que tal vez, no le creería… Aunque sus palabras podrían dolerme, le insistí en que me lo diga. Había tenido que vivir con esa duda desde que se fue y quería saberlo. Se puso nerviosa, me miró a los ojos y me confesó de que ella nunca quiso alejarse, que tampoco fue por alguien más, simplemente se vio obligada a decirme adiós por motivos personales, pensando que yo después de un tiempo iría detrás de ella, cosa que jamás hice. Me quedé helado, no podía creerlo, pero sentí tan sinceras sus palabras que sus ojos empezaron a sollozar y no quise que llegue a eso, ella estaba a punto de viajar y de vivir una vida nueva. Pero no pude contenerme y le dije que quedé devastado, confundido, y que desde ese día había perdido el sentido del amor. Mi vida se había vuelto muy caótica, muy bohemia, ya no tenía nada claro, ya no sabía qué era lo que quería para mí… Me dijo que no fue su intención, ella también sufrió mucho, pero pudo salir adelante. Conoció a su actual pareja en la ciudad en la cual se había mudado después de esa injusta despedida. Le dije que yo estaría bien, que sabiendo la verdad y ya viéndola a ella encaminada, yo trataría de seguir con mi vida, como debió de ser, porque por culpas de pensamientos inoportunos que deambulaban en mi cabeza, no tenía un motivo para volver a ser como antes o tal vez, alguien mejor. 
El tiempo se había consumado, ya era la hora de partir. A pesar de todo lo sucedido, jamás le guardé rencor alguno, siempre fue lo contrario, no había dejado de quererla, por eso fue que quedé muy confundido y destrozado. Su esposo estaba por venir, no quise que se vaya sin despedirme bien de ella y desearle la mejor suerte del mundo. La miré directamente a los ojos, la abracé y supe en ese instante en que no hay por qué aferrarnos al pasado, todo sucede por una razón, todo tuvo su momento y también su final, y aunque las cosas no se dieron como hubiera querido, ahora lo único que me importaba es que ella fuera feliz. 
Mi viaje empezó antes de partir, viéndola a ella, recordando un poco los buenos tiempos y, sobre todo, descubriendo la verdad, sabiendo con certeza qué era lo que ella sintió en aquel momento. Aprendí que a veces al optar por el silencio podemos causar mucho daño sin darnos cuenta. Sin embargo, creo que los dos fuimos culpables por no intentar reparar lo nuestro, porque al pensar que ese era el final, en realidad pudo haber sido otro comienzo.
Y así llegó a ser, quizás, la última despedida en nuestra historia, como debió o no ser, pero se dio de esa manera, y cada cual seguirá su camino para tratar de encontrar la paz y ser felices, pues al final, de eso se trata la vida.


sábado, 23 de noviembre de 2013

Extraños

No sé quién eres, te miro fijamente a los ojos y no puedo reconocerte, tampoco entiendo nada, solo tengo la certeza de que estás aquí conmigo. 
El silencio es nuestro aliado más íntimo y secreto, en su atmósfera tratamos de descifrarnos, de ver en nosotros a las personas que quisiéramos tener al lado, y nos besamos pensando en nuestros amores perdidos, en nuestras historias acabadas y a medio contar. 
No nos conocemos, somos dos seres totalmente extraños, pero con una intención en común: desprendernos de estos sentimientos que nos torturan por cargar con la imposibilidad de que sean nuevamente correspondidos. 
Somos indiferentes a nuestras vidas, no hay registro en la memoria de haber compartido algún momento juntos. Andamos por andar sin motivos sentimentales y entre soledades seguimos sintiéndonos solos. Sin embargo, sabemos que eso es lo de menos, pues solo buscamos perder los recuerdos para dejar que el delirio y la angustia se acuesten por última vez. 
Por un momento nos olvidamos del pasado, las palabras ya no tienen efecto y las acciones hablan por nosotros. No hay miradas brillosas ni emociones aceleradas, solo una complicidad de querer acabar enredados en una mentira que nadie entiende, que nadie conoce ni sabrá. 
Nos tenemos mutuamente mientras recordamos una historia que ya no existe y que ya no volverá. Solo queremos olvidar. Las caricias ya no tienen valor y terminan en un silencio súbito. No hay explicaciones de por medio, hoy somos uno y mañana volveremos a ser dos extraños. 
Estamos conscientes de que esto nos envenena, porque despierto, te miro y pienso: «Qué lástima, no eres ella», y sé que tú también estás pensando en él en cada beso que me das, y no me incomoda porque somos cómplices de un amor que aún vive en nosotros pero que pertenece a otras personas. 
La adrenalina de una noche sin horas, la euforia de una aventura sin memoria, la resaca que traiciona, la vida que te obliga y retomas sin prejuicio de quien te acompaña, porque sabes que si no es hoy, será mañana, porque no en balde la decisión está juzgada por nuestra desesperación de sentir lo que en algún momento nos hizo felices. Pero la única verdad es que cada día morimos un poco, cada día nos volvemos nuestros peores enemigos, cada día se enfrían nuestras almas. 
Estamos enfermos de desamor, motivados por una incomprensible razón, la cual es querer olvidar a toda costa un amor que aún respiramos, que aún sentimos, pero que ni siquiera se atreve a morir ante la ausencia de sus protagonistas. No sabemos muy bien lo que hacemos, improvisar tal vez nos salve de la tentación del olvido. La soledad no tiene piedad con nosotros, nos quiere ver juntos para sentirnos más solos, nos cohíbe las palabras para no enamorarnos y vivir con el peso de la melancolía.
Ya no depende de nosotros como si de un amor se tratara, estamos enlazados por la desdicha de olvido sin motivo, obligados a exiliarnos en otras almas para calmar el dolor que muy pocos entienden... Y nuevamente te veo como si fueras ella, la imagino en ti y empiezo a delirar, a intentar despojar este amor que no entiende de ausencias, que vive ciego buscando a alguien, buscándola a ella, pero despierto de mi viaje al tan soñado paraíso y reniego conmigo mismo, me cuestiono y me recrimino. Sé que ella también está pasando por lo mismo, su mirada me dice que todavía no olvida a su amado. «Qué desgracia se vive entre los dos», pienso. Este amor a medias es una simple excusa, una traición a lo que sentimos. 
La compañía no sabe ni sabrá nada al respecto, obviamos los cargos que tenemos, somos socios de la sequía del amor, tan opresores del cariño y asesinos de recuerdos. No hay garantías entre nosotros, somos un momento capturado por la nostalgia que nos invade luego de recordar a nuestros amores que se fueron sin explicación alguna. 
Vivimos llenos de amor pero nos vemos obligados a derrocharlo con quien se cruce en nuestro camino. Jugamos a recordar y a olvidar al mismo tiempo. Vivimos engañados: yo sigo enamorado de ella y tú sigues enamorado de él.
Sabemos que esto no va a durar más de unas horas, pero así es el tratado por encontrarnos en el capítulo en donde los protagonistas gozan de una irremediable soledad.
Con el tiempo dejaremos de sentir para vivir como locos entre las personas que caminan con la decepción a su lado. No le debemos nada a nadie, pero hay sombras que nos persiguen y que viven en nuestro silencio. Estamos tan perdidos que ya no distinguimos nada, caminamos por los lugares que ya conocemos pero es como si estuviéramos a solas con el fantasma del amor que perdimos.
Cargamos con una culpa que no aceptamos, nos entendemos tanto pero no podemos permanecer mucho tiempo juntos por depender de una historia que nos tiene colgando de un hilo. La esperanza injusta nos mantiene anclados al pasado.
Vivimos con el alma cansada, vacía y conquistada de ilusiones que se pierden por convivir con personas que no saben ni sabrán nada de nuestras vidas. 
Seguiremos siendo extraños hasta que no dejemos atrás ese pasado que nos hace perder el tiempo, la vida y la oportunidad de empezar de nuevo, lejos de algún tipo de angustias y de recuerdos que ya no nos pertenecen, y que ya no deben hacernos sentir mal.

martes, 15 de octubre de 2013

Caminos

El tiempo se ha prolongado de tal manera que perdí la memoria en un sinfín de recuerdos inalterables a mi condición, y en un momento de lucidez advertí que había trazado con sangre de nostalgia los caminos que solía visitar en las tardes del sol como en las noches de luna.
Ya no he vuelto a frecuentar los paisajes en los cuales dejé algo de mí, como un recuerdo, una promesa, una lágrima o tal vez una sonrisa. Buscando algún pretexto, llegué a perderme en dichos lugares con la intención de recordar los caminos que con el paso de los años había olvidado. Sin embargo, ahora solo eran parte de la imaginación del corazón, del alma en los pedestales de los buenos tiempos.
Los rostros, las voces, los lugares, los silencios, solo fueron parte de los caminos que por distintos motivos se fueron alejando de mí como yo de ellos, dejando atrás una historia de locura, de amor y de amistad. Pero a medida que iba impartiendo el desprecio y el apego, entendí que así son los caminos. Algunos están destinados a ser sombra cotidiana de alegría, y otros solo serán efímeros como la lluvia o las temporadas del año. Por eso todos los caminos que tomamos son necesarios aun si el final no ha resultado a nuestro favor, porque la experiencia vale más que cualquier lamento y el arrepentirse jamás llega a cobrar sentido ni valor.
Las fuerzas de un adiós sin precedentes viven como fantasmas en los caminos que en algún momento llegamos a adorar, y es inexplicable como el mal o el buen recuerdo de un amor, dejan huella en cada uno de los escenarios, callados e impacientes de olvido.
Es inevitable evocar su recuerdo cuando entre las horas de mi jornada me veo obligado a atravesar ese portal de tiempo que ella y yo creamos en un irremediable descuido. Hoy no quedan más que historias y confusiones de un pasado que de ahí no se mueve, y retratos en la mente de un exilio permanente vigilado por un nuevo comienzo.
Cada quien siguió su camino, creyendo hasta el cansancio superar una vida compartida de vivencias incontables, para ser reemplazada por un futuro desconocido e incierto, para intentar descubrir nuevos rumbos y escribir una historia distinta, para cambiar la costumbre y reinventar la rutina, en otros ambientes y con otras vidas.
Mientras la desdicha iba cambiando de rostro, nuevos rumbos cobraban color y más vida. Solo bastaba un motivo diferente el cual perdone el abandono de uno mismo. Pero los caminos se ven frustrados cuando solo son espejismos de una aclamada huida por el desgaste del corazón. Debido a esto, nos volvemos ciegos, fríos e incrédulos, que los atajos convencen de manera implacable cada una de nuestras tentaciones. 
El impulso de querer obtener lo que con tanto esfuerzo se logró, se ve opacada por nuestras ganas impacientes de amar. Nos adelantamos al camino, al orden de las cosas, intentando llegar lo más antes posible al podio del amor, y es ahí en donde fallamos, puesto que en algunos momentos, la soledad es mejor compañía que un cuerpo sin alma que no sepa expresar, con la debida intensidad, lo que siente el corazón.
Si el recuerdo no te ayuda a encontrar el camino correcto, significa que aquel trayecto no fue, en un origen, importante para ti. Pero significó algo que no estaba en tus planes, por eso fue especial mientras duró. 
En el camino existirán algunos momentos de distracción, y por la joven idea de sentirnos capaces de todo, buscaremos emprender viajes en busca de misterio y, guiados por la inocencia incontenible que hay en nosotros, nos llevarán al resultado de una complicidad en las pasiones, provocando el sacrifico de algún amor que creíamos sería para siempre. Aunque, y mayormente, es solo cuestión de aventurarnos a lo que se hace llamar 'prohibido', y así dejarnos llevar por el instinto empedernido que habita en nuestro interior.
Todos los caminos encuentran su límite cuando se deja de avanzar, por la simple razón de que no tienen fin, ya que ni la muerte ni el olvido son impedimentos cuando uno trasciende, pero solemos detenernos por orgullo o por simple cansancio. 
Hay algunos caminos que nos obligan a regresar con la ilusa idea de cambiar lo que en su momento no funcionó, pero debemos controlar la nostalgia para evitar que el pasado interrumpa nuestro presente y así seguir con nuestra actual expedición. No caigas, es una trampa de los recuerdos, de la ansiedad por las noches llenas de besos sin amor.
En los diversos itinerarios que gobiernan nuestro tiempo, los sacrificios están a la orden del día, no hay precipicio que conlleve a un mal paso, solo rutas distintas en las cuales, tal vez, nos vayan mejor. Ya que sin darnos cuenta, sin advertirlo, ya somos parte de una vida que queremos para siempre gracias a una pequeña y tal vez insegura pero acertada decisión.
Hoy mis caminos se encuentran en un laberinto plagado de dudas, sin un destino fijo, claro. Cambio constantemente de rumbo y, a veces, suelo regresar obviando todo los desastres que logré sobrevivir. En algunas ocasiones me detengo y espero en medio del camino por si encuentro a alguien que me ayude a recordar hacia dónde voy. Sin embargo, y en momentos muy particulares, voy únicamente conmigo con una sola intención: volver a ser el mismo de antes para encontrar un corazón que emprenda un viaje infinito por los caminos caóticos del amor.


lunes, 30 de septiembre de 2013

El caso

Ella estaba tan distraída en su colapso irremediable de silencio que no me angustié ni declaré nada en su contra. Era una injusticia sentimental absoluta, y, por desgracia, no existe abogado ni nadie que vele por ti más que tú mismo. Pues, cuando se dan estos casos, casi siempre el inocente es declarado culpable. Sin embargo, lo único cierto es que los dos cooperamos para avanzar a paso lento y así alejarnos para siempre. 
Hubo muchos rumores sobre aquella aventura que los dos desconocíamos, ni uno daba muestras o signos de arrepentimiento, cada cual tenía su propia versión de los historia, de los hechos.
Era tan despiadada nuestra manera de querernos que lo hacíamos cuando ya estábamos a punto de olvidarnos. Nunca hubo garantía en los besos que nos dimos, el amor no se hablaba entre los dos, solo existía cuando uno estaba a punto de rehacer su vida. No esperábamos nada de nosotros, estaba comprobado que lo que nos unía era la costumbre y el miedo de quedarnos solos. Si nos queríamos, no lo demostrábamos; si nos extrañábamos, evitábamos vernos. Era una duda constante nuestra compañía, nuestros deseos egoístas. 
No habían protestas entre nosotros, teníamos como un contrato con respecto a las discusiones. Lo nuestro iba más allá. Caminábamos juntos esperando a que uno se aleje, era un amor renegado, voluble y temeroso. Nunca nos dimos el beneficio de la duda, nos condenamos sin pruebas de dicha traición que solo existía en nuestra pensamiento.
Antes de que seamos 'ella y yo', nosotros éramos cómplices incansables. Suena contradictorio pero fue así. El saber que entre los dos nos volvíamos locos, nos bastaba. El solo sentirlo e imaginarlo nos complacía y nos daba paz, porque muy dentro de nosotros estábamos juntos sin importar que esté escrito en algún documento o acordado entre un par de palabras. 
Ajenos a lo que sucedía, de un día para otro la caducidad nos llegó de sorpresa. El notario fue la rutina que nos hizo ver que ya no éramos los mismos de antes. Y a pesar de que nunca hubo infidelidad por parte de nosotros, viviamos con el miedo de que algún día dicha tragedia llegara a suceder. Ese fue el motivo que nos hizo perder el equilibrio, provocó una desgracia sin heridos, y nos dejó contagiados de un profundo miedo que nos enmudeció esperando lo que jamás llega, lo que jamás reclama. Sin embargo, nuestro mayor verdugo y fiscal fue el orgullo, típico asesino de romances e historias, deja su firma y se ahorra sacrificios para poder alejarnos y, según él, ser felices con quien menos debemos.
En un acto corrompido por recuerdos se reinicia el juicio con un beso decadente y suicida, inconsciente de su propio instinto, con derechos perdidos y olvidados, sin recibos ni testigos que corroboren la denuncia. Somos dos, mi palabra contra la tuya en un debate que termina siempre en un silencio ensordecedor. ¿Qué demandábamos? El tribunal es una habitación llena de soledad que nos observa y el juez la noche que nos pide orden.
El día de la sentencia se nos dio por cancelar todos nuestros recuerdos, olvidamos que en el amor hay normas y leyes que jamás cumplimos. Nos faltó paciencia. El amor es un camino largo y complejo, pero lo hicimos angosto y con muchos trámites de por medio. ¿Qué era lo que queríamos? No lo sabemos, ella nunca me lo dijo y yo tampoco. Firmamos tratos sin leer lo que entregábamos. Fue un caos total, un dilema multiplicado por una confusión absurda que los dos teníamos. Éramos irremediables, habíamos intentado de todo, pero los registros estaban llenos de besos que olvidamos con el pasar del tiempo.
Viendo, recordando y reconstruyendo las escenas de los momentos que compartimos, intentábamos recuperar lo que se perdió en una fecha que juntos acordamos olvidar, para poder decir «te quiero» sin remordimientos legales, cosa que nuestra alma siempre dijo, pero que nunca llegamos a justificar con acciones. Qué desdichados dirán algunos, pero no fue así, nosotros lo teníamos claro, nos amábamos pero no podíamos ser, había algo que lo impedía y que creo nunca lo sabremos.
Hoy nos vemos de lejos y no seguimos nuestras huellas. Cualquier intento de encuentro ha sido denegado. Pero quién sabe si todavía queda algo, si todavía hoy nos seguimos pensando: callados, orgullosos y egoístas. El caso está cerrado, terminó con todo, no dejó nostalgia alguna ni apelación que nos salve. Quedamos exiliados entre nosotros, vetados por emociones contradictorias, pero sin odio y sin amor, como si jamás nos hubiéramos conocido.

domingo, 18 de agosto de 2013

Incertidumbre

Las historias de amor suelen repetirse y reemplazarse con el tiempo, las heridas sanan, dejan huella y seguimos viviendo, descubriendo, de a poco, lo bello de las dichas y lo necesario que es, al final, vivir el infortunio. Pero hay algunos amores que se recuerdan con más intensidad por dejar en sus momentos restos de esperanza después del supuesto y farsante olvido.
La conocí en el momento indicado, justo un poco antes de caer en la locura que incita el inesperado desprendimiento. Jamás voy a olvidar cuando llegó así de repente, sin aviso. Fue como un pacto ocasional de miradas, un secreto a voces de ironía para no adelantarnos al tiempo, el cual nos unió cuando más nos habíamos alejado. 
Recuerdo mucho de ella: su peculiar desorden, su falta de atención y su alegría a pesar de las desdichas. Fueron muchas las causas que me hicieron verla diferente al resto. Más allá de toda su belleza exterior, me cautivaron sus pensamientos, sus frases de intentar conocer la vida desde un punto de vista real y a la vez ficticio como se cuentan en los libros o en las series de amor que sintonizan en canales desconocidos.
Y como toda causa que tiene su efecto, me vi perdido de tal forma que no imaginaba ni un día sin saber acerca de su paradero. Mi pasatiempo era tenerla cerca, mirarla y decirle todo aunque ella no supiera nada. Era incomprensible y a la vez sincera mi intención de lograr algo más con ella, pero era tan hermosa que las dudas siempre rondaban con respecto a su perspectiva sobre los sentimientos. Sin embargo, pensarla me tranquilizaba, me ofrecía libertad y amor, a pesar de que toda esa fantasía la llevará solo en mi pensamiento.
Olvidé amores que no me hacían sentir de la manera que yo quería. Estaba decidido, trataría de cambiar las cosas, de mostrarme más como el que ella quería, como el que yo en realidad era pero que no daba muestras de aquello. Verla era suficiente para darle vida a mi esperanza, adoraba el juego de descifrar sus palabras, y todavía hoy sigo sin recobrar el asombro que ella tenía de sonreír a pesar de sus desdichas. Admiré mucho su fortaleza ante las adversidades que la perseguían y no la dejaban mostrar una sonrisa más real y sincera. Su timidez tenía dos lados: hacer cosas que no pensaba hacer, pero que al final las hacía para evitar lo que le provocaba ese momento. Era muy curioso, quizás ella no se daba cuenta, sin embargo, yo siempre estuve al tanto de eso. Llegué a conocer lados de ella que nunca se atrevió a mirar y tal vez fue por eso que me enamoré como un loco estudioso de su alma.
Hubo veces en los cuales nos distanciamos mucho, ella seguía con su vida y yo con la mía, pero siempre coincidíamos en el momento exacto, cuando por más de una ocasión perdíamos la alegría que al hablar nos caracterizaba. Nunca faltaba ese toque de amor inocente y fugaz en cada una de nuestras conversaciones, nuestra locura se llevaba perfecta y presumida. Teníamos las típicas discusiones casuales y de toda clase de boberías, las cuales siempre terminaban con un gesto cómplice, que si no era de celos, era de alegría. Solíamos distraernos y acercarnos por la magia de los libros y la euforia de la música, nos contradecíamos y sacábamos en cara a nuestros artistas y escritores favoritos, dado que muchos de ellos coincidían y otros muchos no… Sin embargo, aprendimos a apreciar el mundo de cada uno. 
Nuestra historia se dio en silencio, a espaldas de aquellos que nos conocían. Las palabras no existían, los besos hablaban por nosotros, pero la incertidumbre nos golpeó el alma, nos enveneno de rumores y perdimos lo que más nos costo tener: la confianza. La discordia entre nuestros corazones se dio por la falta de expresiones sentimentales, y decidieron quedarse callados, alejados de sentimientos inoportunos y dudosos por no haber tratos ni documentos de un amor que caminaba confundido y en diferentes direcciones.
Es imposible evitar recordar aquel romance a pesar de las aventuras que gobernaron mi tiempo después de su olvido, esa tarde del primer beso me mantiene atado a su boca, al tiempo que compartimos y que nunca nos dimos cuenta. Y me repito entre memorias y recuerdos que no hubo victorias, que los dos perdimos. Tú tan precisa en tu ausencia, yo tan torpe en mi exilio...
Hay tantas cosas que todavía recuerdo y que yacen como un puñado de arrepentimientos certeros por emprender un viaje al lugar donde habitan los amores perdidos. Quizás fue nuestra culpa al dejarnos llevar por las máscaras oscuras del amor a medias, del amor sin condición y de sentimientos oprimidos. No estoy seguro si algún día recapacitemos y odiemos, no solo en teoría, sino en práctica lo que nos alejó sin motivo, para llevar nuestros recuerdos de la mano y hacerlos vivir nuevamente, como tal vez sugiera el destino.

martes, 2 de julio de 2013

Buscándote

Te busco sereno y a la vez desesperado, confirmando mis pasos detrás de un fantasma, de un recuerdo, pero mi intento pierde fuerzas y no apareces. Sigo con la vista al aire, con el corazón entre el alma y el cuerpo esperando una señal que le de alas a tu existencia, a tu anhelado regreso.
Camino desconcertado, emocionado y ajeno al presente. Empiezo a descifrar las huellas que dejaste por las veredas de tus calles y siento que algo se asoma, respiro un instante y quedo en total silencio. Pero me equivoco, solo era una sombra, un espejismo por mi desesperación de encontrarte. Sin embargo, algo me dice que has vuelto, pero te escondes, niegas demostrarme tus intenciones más profundas y desapareces sin darme la oportunidad de verte. 
Camino lejos, grito como un loco y no respondes, miro por los balcones, te busco en los parques más visitados y poco conocidos, pero no hay rastros de ti ni de mí. No pierdo la esperanza porque sé que voy a encontrarte. Por eso te busco, para evitar que te alejes y me dejes con esta soledad que poco a poco me envenena. Y a pesar de que todo parezca estar en mi contra, mi intento aún sigue en pie, pues si dejara de hacerlo no merecería ser parte de tu vida. 
Continuo y mi desconcierto me hace pensar en mil lugares para ir a buscarte. Tal vez solo esperas a que llegue la noche, pero eso no me impide buscarte pues hoy el tiempo es mi mejor aliado. 
Las horas pasan y mi cuerpo luce cansado, pero aún con ganas de buscarte, de seguirte con la mirada, de llamarte con el corazón. No iré a ningún lado hasta encontrarte, pues te veo y desapareces y escucho entre el ruido una voz que me guía; quizá solo intentas distraerme un rato para ponerme a prueba... 
Camino pensándote y al mismo tiempo voy convirtiéndome en un ser irracional. Acelero el paso cada vez que siento tu presencia, pero empiezas a alejarte y los recuerdos hacen que me apresure. No me canso, actúo por instinto, mi mente ya no razona. Te busco entre la gente, por los rincones más nostálgicos y bohemios de la ciudad. Te veo impresa en el aire, pero te vas con el viento, no me detengo, sigo buscándote. Estoy seguro de que has vuelto, de que has regresado para salvarme de este infierno, de esta realidad que no tiene sentido. 
Corro como un loco, esquivo a los autos, la gente me grita y me mira con cólera. No me importa, ellos no saben cuál es mi intención, solo se pudren en su rutina, su vida amargada se refleja en las calles intentando sobreponerse a los demás, pero evito distraerme pues sé que cada vez estoy más cerca de ti. 
Camino perdido, mirando a todas partes, sin comprender cómo fue que llegue hasta aquí. El cansancio me pretende, pero hoy nada de eso importa, tengo que enfocarme y encontrarte, hay tantas cosas que no te dije y que quisiera contarte. 
Con el pasar del tiempo mis ganas son más fuertes. El sol está a punto de irse, no tengo problema, te vi muchas veces en las noches, sé que puedo reconocerte... Estoy en una plaza, tal vez las personas podrían ayudarme, tal vez te conozcan, pero en mi estado no creo que me hagan caso, mejor sigo por mi cuenta. 
Veo una cabellera que brilla en la oscuridad, ¿será ella? En cuestión de segundos el corazón me empieza a latir como nunca antes. Te he buscado por horas, ojalá seas tú... Pero no, no hay nadie. Toda la calle desaparece, ya no hay gente deambulando afuera, ya casi es de noche, no lo entiendo, me rehúso a pensar que te perdí de vista. Tal vez me distraje, pero mejor sigo buscando, pues no voy solo, todo el trayecto he estado contigo. 
Ya no pienso con claridad, el cuerpo y la mente me piden un descanso, «no lo hagas, perderás más tiempo, si se va ya no sabrás cuándo volverás a verla, continua, no desesperes, intenta mantener la cordura, llevamos horas buscándola y ya estamos cerca», me lo dice una voz interna. 
Llego a un puerto, el frío empieza a hacer efecto en mí, desde aquí puedo ver el mar pero no he venido para ver ese espectáculo. Sigo dando vueltas, veo muchas personas salir de sus autos, la vida nocturna empieza, «no te distraigas, recuerda por qué estamos aquí: por ella», me digo. Pero mis piernas parecen ya no dar más, mejor regreso, tal vez volviste donde empezaste, no importa, no es muy lejos, ya conozco todo el camino, además pensarte recobra mis fuerzas y me hace olvidar el peso de las horas. 
Camino consciente, algo me dice que ahora sí te veré. Continuo en mi búsqueda y empiezo a recordar fechas, frases y momentos, y sin darme cuenta ya estoy muy cerca de donde empecé a buscarte. Tal vez me estás esperando en el parque de siempre, sí, eso debe ser, no te preocupes, ya voy llegando, no sabes cuánto te he esperado. Todo luce tranquilo, veo el parque vacío, callado, es como si no tuviera color, «qué extraño» me digo. Pero sigamos, quizás está sentada donde siempre. 
Empiezo a ver con entusiasmo todo el lugar, queda muy poco del cielo azul, y de un momento a otro todo se pone oscuro, pero creo lograr verte. Sí, eres tú, el alma me vuelve al cuerpo y me acerco. No puedo creerlo, ¡en verdad has regresado! Camino impaciente, con miedo, con nervios y con un conflicto de ideas en mi mente. Llego y me siento a su lado, ella sostiene mis manos y entre susurros me dice: «Sabía que vendrías». Y le respondo: «Jamás te dejaría, por favor, no vuelvas a ausentarte. Pero si decides hacerlo, ausentémonos juntos». 


domingo, 9 de junio de 2013

Agobio

Es imposible esconderte, arrebatarte de esta memoria que diagnostica tu nombre casi a diario, que te recuerda constantemente y se vacila entre las horas para herirme durante mi jornada, y que solo le provoca un miedo, una atadura a punto de romperse con el don de repararse con su misma fuerza, con su extraña capacidad de revivir emociones, pero que no siente, que no piensa, que no existe, y que solo atormenta y rejuvenece en el momento menos esperado.
Esa clase de histeria agobiada por la pérdida de un presente que olvida su camino, que pretende ilusionarse para volver a caer, y que ya no se sostiene de nada, que solo busca pero no encuentra, que empieza y no termina; no hace más que apaciguar el arrepentimiento de haber soltado aquellas manos, y se refugia entre historias que se olvidan con los días, entre aventuras de instantes o de noches de encuentros, entre hojas, entre libros, entre la soledad y la compañía.
Aquella locura me obliga a inventarme una ruta inexplorable, cansada, animosa y luego traicionera, que recuerda pero no olvida, que intenta pero se rinde, y se confunde con la oportunidad de dar un paso atrás para olvidar lo vivido y empezar de nuevo, sabiendo a ciencia cierta que así no funcionan las cosas. 
Este invento, tu invento, el mío, es solo un sentimiento masoquista que tiene vendas en los ojos y pronuncia una esperanza; que no compite con la realidad y se aferra a puertas entrecerradas, robándose lo que da y que no espera recibir, prohibiéndose vivir para congelar el tiempo, e intentar predecir el futuro, entre el tumulto de la vida, de los sueños, y de esa idea que siempre llega tarde con las ganas atrapadas en el alma, de algo que ya está muerto y que ya no resucita. 
Esa manía de ver todo en tiempo lento lo entorpece, lo juzga, lo pretende, y lo inmuta y lo enfurece por el temor de algo que está escondido, y que lo incitan a despojarse de sus instintos para salir en busca de ese motivo tan íntimo, de esa belleza llena de veneno, de esos besos en labios asesinos, con la intención de rescatar aquel cuerpo que se suicidó por el amor, por la alegría, y para acabar con la duda de saber si logró sobrevivir a ese cuerpo que un día tapizo el suyo, que fomentó la libertad y la unión, pero que luego confundió cada uno de sus sentidos, en forma de orgullo, de misterio, de noches largas, vacías e inmerecidas por el tiempo…


martes, 14 de mayo de 2013

Desunión

Comenzó a ocultar su rostro agobiada por el arrepentimiento, y en medio del silencio que nos abrazaba, hizo del aire su cómplice para poder usar su cabellera como escudo y así evitar mirarme fijamente a los ojos. 
En ese momento comprendí que lo mejor era esperar su respuesta a pesar de sentirme esclavizado por las dudas, no quise forzarla y accedí a escuchar con detalle cada uno de sus argumentos.
Ella creyó saber muy bien lo que hacía, pensó que aquel romance prófugo sería una fuente inagotable de amor, olvidándose poco a poco de una bendita realidad que era conformada por mí y por la que alguna vez fue ella. 
Desde ya sus pretextos habían caducado, sus lágrimas de cristal, sus perdones llenos de ironía, eran una excusa, una de sus tantas mentiras. Y pensar que más de una vez me desviví, perdí y dejé todo por ella, solo para recibir de su parte esta noticia tan cruel e injusta. 
Ya no había un estímulo con el cual yo pueda seguir amándola como antes, el silencio que dejó su ausencia se había llevado el amor que le tenía. Y por más que intenté mantenerla conmigo, ella poco a poco desaparecía en los brazos de otro.
En un principio no entendía su recelo hacia mí, tampoco su indiferencia cada vez que estábamos juntos, yo no sabía ni imaginaba que ella se veía con alguien más. 
Después de conocer con detalle toda esa historia alterna por parte de ella, aquel tipo con el que se encontraba a escondidas, resultó ser uno más del montón, un casanova, un mujeriego. Se dejó llevar por la frescura en sus palabras, por su seductora apariencia y la total seguridad que él le brindaba al sentirse sola por mi alejamiento inconsciente. 
Jamás creí que ella sería capaz de hacer todo lo que me llegó a contar, en sus labios gobernó la hipocresía marcando así un límite entre mi realidad y lo certero, alegando lo injustificable, el tiempo supo terminar con su juego en el cual ella también perdió.
Sus encuentros se daban cada vez que en nuestras bocas se desvestía la indiferencia, y esos eran los momentos en los cuales él aprovechaba su confusión para mostrarse como un alma protectora. Él sabía que ella tenía a alguien a su lado, pero eso no evitó a que la seduzca hasta el punto de quitarle las ganas de seguir estando conmigo.
El tiempo vio pasar mi angustia, mis constantes llamadas después de cada discusión, mis mensajes a media noche o en plena madrugada, y mis cartas que descubrían mi lamento por ya no tenerla conmigo. No quería aceptar que ella se alejaba, pero su silueta se desdibujaba con cada día que pasaba, y a pesar de todos mis intentos, ella no quiso escucharme y me dejó sin respuestas y sin señal alguna de su regreso. 
Su sombra me hacía ver como otro cualquiera, como un desconocido, mientras ella caminaba de la mano con aquel tipo por los lugares que antes visitábamos con tanta emoción. ¿Qué habrá pensado ella en aquel entonces? ¿Qué fue lo que la impulsó a ser mentira en cada uno de sus actos? En un comienzo nuestra locura nos llevó más allá de lo establecido, los besos firmaron el trato de amor, pero cegado por la magia, el tiempo pasaba y la falta de confianza, las diferencias, los celos y las peleas absurdas nos desunían y aniquilaban la ilusión que nos llevó a empezar con esta historia. 
Recuerdo aquella noche cuando la vi bailando con sus amigas en una discoteca muy conocida de la ciudad, robó mi atención de tal forma que mis ojos se perdieron en ella, y sin dudarlo me le acerque para invitarla a bailar. Mientras nos dejábamos llevar por la música conversábamos de todo un poco, tomábamos uno que otro trago para sentirnos más libres, y fue así como empezamos a vernos más seguido, y con el tiempo una nueva esperanza se extendía entre el horizonte y nuestro destino. 
Ya no pedía más, tenía buena salud, un buen trabajo, buenos amigos y la chica más hermosa que jamás había conocido. Todo era perfecto, ya no recordaba mi pasado después de conocerla. 
Gracias a ella los días comenzaron a ser distintos, tenían un sabor dulce cada vez que la veía, y del mismo modo el sentimiento recorría con más intensidad nuestros corazones. 
Todavía recuerdo con nostalgia esos días de amor que juntos pasamos, y sigo sin creer cómo pudo prolongar su mentira por tanto tiempo. A veces trato de buscar el momento en donde empezó su juego de amar a alguien más a escondidas, mientras el dolor y el miedo de perderla me visitaban a diario. Tal vez no fui el chico perfecto o el que ella quería, pero mis promesas fueron sinceras, sobre todo mi fidelidad y sentimientos por ella. 
Ya ha pasado más de un año desde que estuvimos juntos, no ha sido fácil continuar, su recuerdo ha llegado a debilitar mi alegría, aquella que perdí el día que me dijo adiós al lado de ese tipo que le hizo creer que la quería tanto como yo.
El amor es un arma de doble filo, todavía me hace daño el solo pensarla, y hoy, después de mucho, me encuentro frente a ella. Es extraño tenerla cerca otra vez, es como viajar a través del tiempo y recordar todo lo que vivimos juntos. Sin embargo, ya no puedo verla del mismo modo, aunque sé que aún siento algo, no es lo suficientemente fuerte para olvidar lo que hizo. El puente que nos enlazaba ya no puede ser reconstruido, el cielo que nos veía ha perdido toda su textura, se ha quedado sin color... 
Acepto que me duele verla devastada y engañada por parte de aquel tipo que lo único que hizo fue jugar con ella, robándose lo que tanto amé y haciendo que olvide todos nuestros sueños. 
Aunque debí sentir rencor por todo lo que hizo, no fue así, aprendí a perdonar, pero eso tuvo un costo muy grande el cual hoy en día sigo pagando, y fue a desconfiar de las personas. Pero a pesar de ello, decidí continuar con mi vida, rompí todo lazo que me mantenía atado a ella para así poder empezar otra vez, olvidándome del miedo que me asechaba cada vez que intentaba buscar un corazón de nuevo. 
Pero allí estaba ella, intentando reparar con palabras lo que no hizo en su momento. Ya no bastaba que hoy sea sincera conmigo, ya no era necesario pues el tiempo fue clave para aliviar el dolor que inconscientemente selló en mí y también para olvidar el amor que un día me hizo vivir por ella. 
A pesar de todo lo sucedido, nosotros pasamos momentos muy intensos que difícilmente se viven dos veces en la vida, por eso ella jamás se irá de mi corazón, ni de mis pensamientos y aunque me olvide de sus besos, de sus caricias y de todos los momentos que compartimos juntos, con el tiempo dejaré de acostumbrarme a ella, mas no la voy a olvidar.



lunes, 22 de abril de 2013

Noción

Puedo hablar con respecto a algunos paradigmas, analizar sobre mi adicción a dichos paisajes y mundos lejanos a este, a la soledad, al frío, a la noche, a la melancolía. También podría hablar sobre aquellos ambientes comunes en esas historias extraviadas, perdidas en un desván de recuerdos, de olvidos y de momentos recopilados y cristalizados por las heridas que provoca el desamor al final de un encuentro. 
Hay veces que en mi desasosiego pierdo las esperanzas y las ganas de ser protagonista del amor en la vida, y es que ver a las personas olvidarse mientras desangran la pena, es consumirse en una desolación ajena e inaceptable. Y así mismo, trato de entender su peculiar interés por buscar respuestas, pues aunque suene algo increíble, aquellas soluciones se encuentran frente a sus ojos, pero se ciegan y evitan saberlo. Se han acostumbrado a ignorar con certeza dicha fuente de alegría, refugio nocivo para aquellos que solo necesitan volar y sentirse libres, así sea en su propio pensamiento o en su propio jardín de ideas y de memorias. 
Lo más peligroso en esta vida siempre ha sido vivir, no existe algo peor o similar a eso. Sin embargo, uno tiene que arriesgarse, continuar a pesar de todo y no quejarse ni doblegarse, pues perder el temor es sinónimo de valor, de fuerza. 
Deseamos la suerte cuando en realidad esperamos que nunca se nos escape de las manos, al igual que esas equilibradas supersticiones que se adhieren a nosotros, a lo loco o por creencia, y que va enlazada a una historia que quisiéramos cambiar. 
Es como la verdad que nos hace pensar, reír y llorar, o como aquellos inocentes en el amor que se sienten abrumados por contradicciones de voces desalmadas, por cuentos de ensueño y milagros que solo se encuentran en sus manos, en melodías de una noche, en amores pasajeros, en instantes olvidados, y en un sinfín de miradas y abrazos que ya no regresan.
Quién puede valerse de un solo corazón, como si este eligiera sentir, pues nadie lo obliga a estar ilusionado ni confundido de ironías, o de un sarcasmo hiriente y al mismo tiempo creíble. 
Y así podría seguir con este arrebato, con este frívolo enfoque hacia un camino roto, hacia un puente quebrado, o a un parque abandonado por amores perdidos. 
Hay palabras en hojas consumidas por el fuego, silencios en bocas equivocadas y sentimientos en oídos ilusos. Hay recuerdos grabados en la Luna y perdidos en el tiempo, en ese tiempo que no se detiene: horas, minutos, segundos, nada, somos esclavos y no nos damos cuenta. Las nubes, el cielo, el espacio, todo cambia. El temor, los rostros, la pena, los enamorados, las intenciones, los gustos, las mentiras, las verdades, las ilusiones, los amores. 
De vez en cuando es bueno mirar hacia uno mismo y olvidarse de todo lo que nos rodea, desvestir tus miedos y reclamar a la vida, juzgar y condenar al tiempo, y rechazar todo tipo de costumbre, toda clase de conducta que nos han impuesto. 
A veces es indispensable conservar tu silencio, hasta que llegue el momento en donde tengas que darlo a conocer y despertar, y seguir, caminar y vivir como lo estás haciendo, como lo hiciste, mientras aprendes del recuerdo y olvidas todas las desdichas, todo el pesar que provoca lo malo. De vez en cuando tómate un respiro y admira a la vida, y recuerda todo lo que te ha enseñado. Nunca dejes que nada ni nadie te cohíba ni te haga sentir menos, sé libre en tus acciones y en cada uno de tus pensamientos.

sábado, 30 de marzo de 2013

Olvidarte

Buscando la forma correcta de romper esos pactos que a ciegas nos hicimos, descubro entre preguntas que olvidarte es mi intento constante, pues es lo único que necesito para empezar de nuevo. 
Olvidarte es enseñarle a mi mente a reciclar los momentos, las desdichas, los perdones. Es limpiar de mi vida las angustias provocadas por recuerdos que solo me incitan a delirar. Los motivos para desprenderme de ti son suficientes y escasos, y olvidarte es herirme y herirte, es abrazarte y que yo sienta el afecto. 
Olvidarte es tener una vida carente de dudas y de dilemas, es creer que vivo plenamente sin recuerdos o arrepentimientos de un amor perdido. Olvidarte es mi cura ante los días amargos, es aliviar un corazón desnudo y atrapado por frases que desaparecen para hacerte menos visible en mis pensamientos. Olvidarte es encontrar un atajo entre tus recuerdos, para llegar a ese lugar de mi mente que desconoce de tu existencia. 
Y así es como te olvido, entre el lamento y la alegría, entre tu vida y mi vida. Olvidarte es poner la balanza a mi favor para llegar a encontrar un escape a este juego que trata sobre recordarte y olvidarte al mismo tiempo. 
Olvidarte es no sentir rencor ni miedos al saber algo de ti, es no reprimir los sentimientos, pues si te olvido ya no sentiré nada. Olvidarte es calmar mis ganas, es ir despacio y sin apuro, es razonar conmigo y sacrificar un puñado de momentos. Olvidarte es una excusa para remediar el daño de un ayer sin conciencia, es empeñar tu vida al borde del olvido mientras yo nado con un tesoro y te dejo en las profundidades de mis recuerdos. 
Olvidarte es emprender un viaje a un mundo donde tú no existes, es caminar por los lugares que frecuentábamos y no sentir nostalgia. Olvidarte es reemplazar los sentimientos en el corazón de alguien más y en las pasiones que escriben mi futuro. Olvidarte es equilibrar mi vida mientras me hago compañía. 
Olvidarte es soltar una parte de mí que simplemente caducó, es como resucitar, como haber muerto y seguir viviendo a pesar de dicha tragedia. 
Olvidarte es atarme a una nueva oportunidad de sentir cosas que contigo llegué a vivir, es no abandonarme y tenerme autoestima, es quererme y alejar de a poco la melancolía.
Olvidarte en encorvar mi presente, prohibiéndole mira a esos lados en donde tú te encuentras. Olvidarte es no sentir tu ausencia ni creer que te he perdido, es no pensarte, es no recordarte. Olvidarte es traicionar el amor que alguna vez fue tuyo. 
En el proceso de olvidarte, me hice amigo del tiempo para sentir que todo pasaba más rápido de lo normal, y alegar mi venganza para borrarte de mi memoria y ser testigo del suicidio de ese ingenuo sentimiento.
Así decido olvidarte mientras vendo cada uno de tus recuerdos, pues no necesito de nadie para olvidarte, ya que al sujetarme de mis sueños encuentro un motivo más para vivir y reiniciar mi vida. 
En mi jornada olvidarte es primordial e innecesario, ya que poniéndole clavas a la rutina te olvido sin querer. Pero debo confesar que tu recuerdo me hirió y yo le dejé hacerlo, y estuve a punto de desistir e ir a buscarte, pero mi letargo me llevo más lejos y le quite verdad a dicha leyenda que olvidar es imposible. 
Olvidarte es exiliarme de tu vida, es como elaborar un crimen perfecto en donde yo salgo ileso y libre de cargos. Olvidarte es dejar que tus huellas se borren de las orillas del mar, es crear mi suerte, es hacerme sombra a mí mismo, es desatar esos lazos que compartí junto a ti. 
Olvidarte es no conocer tus veredas ni recordar alguna fecha o día en especial. Olvidarte me concede la dicha de seguir viviendo sin miedo al pasado, ya que al no pensarte compenso mis días con la ausencia de preguntas que ya no tienen algún significado. 
Al momento de olvidarte me convierto en tu enemigo en el amor, es como competir para ver quien llega primero a la meta y cruza la línea del olvido. Olvidarte es pensar en mí y borrar en cada paso tu recuerdo, es volar sin tus alas y escuchar una canción y que no seas lo primero que se me venga a la mente. 
Olvidarte es clavarme en tus pupilas y no recordar quién eres. Es arrancar sentimientos en los cuales tal vez aún vivas, pero mi deseo de olvidarte me obliga a hacerlo para dejar de pensarte y extrañarte al mismo tiempo.
Olvidarte es recordar mi vida antes de que tú llegaras, es mirarte y no sentir nada, es hablar contigo como si jamás hubiéramos estado juntos. Olvidarte es entender que no dependo de nadie para volver a ser feliz, es sujetarme y no desistir, es confirmar que llegaré lejos si no volteo la mirada. 
Olvidarte es quitarle a mi tiempo anclas e impedimentos, es recobrar el equilibrio mientras me abrazo de un mañana que no sabe que en mí has existido. 
Y pongo aprueba la libertad que tengo para cancelar por siempre aquel tratado que decía que jamás te olvidaría, hoy lo rompí y me revele ante esas promesas que tú tampoco cumpliste.
Al olvidarte comprendo que tenemos la capacidad de comenzar otra vez y de encontrarnos con nosotros mismos, para vivir en paz y sonreír de nuevo.
Y después de haberlo intentado todo, de haber caminado lejos y de haber vivido toda clase de emociones buscando la manera de vetarte por siempre, en mi silencio descubrí que escribirte era la única forma de olvidarte.